sábado, 5 de noviembre de 2011

Frente al hundimiento

En un barco que se está hundiendo usted tiene varias opciones y no sólo las dos que a uno le vienen primero a la mente. Usted puede: a) contratar otro barco para su salvación y la de su familia; b) resignarse y hundirse y morir al lado de los demás; c) recurrir a su imbecilidad intrínseca y creer que poniéndole paños y teipes al agujero que tiene el barco en el fondo puede llegar a salvarlo, y salvarse todo el mundo dentro de él; d) ponerse al lado del capitán (que, por cierto, hace rotundos esfuerzos por hundir más la nave y trata de convencer a los pasajeros de que van a salvarse si confían en él) con la esperanza de que él salve, no a todo el mundo sino a usted y a su gente querida; e) asumir con total gallardía que la maldita nave ya se está hundiendo, que en consecuencia un gentío muere y seguirá muriendo en esa tragedia y que por lo tanto hay que proceder a construir otro barco adonde llegará y vivirá otra gente, no necesariamente toda la que está en el barco actual. Y si la vida no nos alcanza para construir o empezar a construir ese otro barco, entonces al menos habrá que comenzar a soñarlo. Porque ese sueño puede que no lo salve a usted individualmente, pero es probable que salve a la raza humana.

Dentro del capitalismo sólo puede hablarse o pensarse en términos de sobrevivencia. Dentro de un sistema que está muriendo nadie puede pensar la vida en clave de mejoramiento personal o del “nivel o calidad de vida”, sin incurrir en el pequeño crimen cotidiano del individualismo y la entrada en competencia con el que no tiene oportunidades. Aunque pudiera ser también que alguien, en un acto experimental de construcción de micromundos, pueda legar un ejemplo, una clave, un manual de instrucciones para su uso en el momento en que toque construir. El tiempo actual es de destrucción; cualquiera que ande construyendo ese tipo de manuales prácticos, al margen de la pelea cotidiana, pudiera estar evadiéndose o dejando un ejemplo. La historia los absolverá o los juzgará.

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Ponerse hoy del lado de los amos del mundo, con la esperanza de que nos traten bien y no nos castiguen con la dureza del que no quiere salvar a los tripulantes sino al barco, es cobarde, repugnante, sucio y además inútil. Porque el capitán del barco morirá también con nosotros: “El mundo ya no se acaba solamente pa’l pendejo”, reza una reveladora canción de Gino González.

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Soñar la otra sociedad es un acto importante y necesario y además urgente. Hay un debate en curso acerca de si es procedente comenzar a construir un barco nuevo sin que el otro se haya hundido por completo. Venezuela es un peculiar caso de permanencia del capitalismo en medio de esfuerzos e intenciones por construir su barco antagónico. No tengo una bola de cristal para saber si este experimento será perdurable o efímero, pero este es el espacio de los que al menos están discutiendo la otra sociedad. Así que en este barco he de hundirme y con estos soñadores dejaré un legado.

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