domingo, 19 de diciembre de 2010

Mi amada Marisol no existió nunca

Creo haber leído que nuestros recuerdos más lejanos están asociados a canciones y melodías. En mi caso, aplica para los más lejanos y para los fijados con más fuerza en la memoria: yo recuerdo lo sombrío de una habitación, la voz de mis hermanas y de una madre postiza, un reguero de olores, conversaciones y escenas que datan seguramente de los años 1968 a 1970 (mis 3 a 5 años de edad). Seguramente había una dura competencia entre los temas que más sonaban en la radio, pero a mí se me fijaron unas que no sé o no creo que califiquen como inmortales. O como dignas de recordación por mucha otra gente. Por ejemplo, Leonardo Favio en pleno y unos instrumentales escalofriantes (feos, quiero decir) perpetrados por un Frank Pourcel y su orquesta. Ah carajo, estamos en onda confesional, así que ahí va: todavía a estas alturas no quisiera estar solo o triste si algún día vuelvo a escuchar la versión de El Gavilán interpretada por ese sueco de mierda. Acabo de buscarlo en Google y resulta que es francés, pero para mí seguirá siendo sueco. Es mi venganza por haberme atormentado así la tierna infancia.
Luego vinieron otras épocas y canciones, y acá aterrizo en el tema (musical). Mucho de la formación sentimental de los venezolanos mayores de 30 años (y seguramente también de unos cuantos más jóvenes) pasó por las aulas melódicas de de la Billo's Caracas Boys. No estoy seguro de la cantidad de años hace de la grabación de uno de sus merengues inmortalizados por la memoria colectiva: La Negrita de Cheo. El caso es que hace apenas unos días he sufrido un golpe más o menos fulminante en ese ámbito remoto, en esa profunda gaveta donde la nostalgia tiene señorío. El sonido digital, la tecnología actual, me ha rejodido un personaje de mi infancia (así que no sólo Frank Pourcel me la debe).
No sé si alguien compartirá conmigo esta manía, pero yo cuando chamo solía asociar ciertas canciones con cierta gente, real o imaginaria. Así que yo tuve mi propia, íntima y personalísima Negrita Marisol. ¿Marisol? Sí, porque desde el año 1973 he estado recordando y guardando en la memoria y volviendo a recordar un estribillo que decía:

Qué suerte tiene el viejo Cheo
con la negrita Marisol...

Y aquí el espantoso atentado: la semana pasada compré un reproductor nuevo y par de cornetas para mi carro, y uno de los primeros cds que puse fue una recopilación de la Billo's. El maldito equipo de sonido suena bello, con todos los sonidos de cada instrumento, con una fidelidad del coño. Iba por la autopista Francisco Fajardo cuando sonó por primera vez el estribillo, y les juro por mis hijos que pegué un frenazo urgente cuando oí al difunto Cheo García bajarme a coñazos de mi fascinación:

Qué suerte tiene el viejo Cheo
con la negrita Mariflor...

Fue una sensación hija de puta, supongo que casi como descubrir de pronto que la mujer a la que amas desde hace años es tu hermana, un fantasma o un travesti. Como si un pana de pronto se apiadara de uno y le dijera un día, poniéndole una mano en el hombro en plan confidente: Pues sí, Roberto, pedazo de pendejo: Marisol no existe. En su lugar lo que existe es una Mariflor que a lo mejor está más buena, pero que me importa una mierda, porque no es la misma jeva. Treinta y siete años estuve adorando a una caraja que no existe ni siquiera en canciones, o al menos en esa canción:



Un poco para respirar por la herida o para pasar el trago amargo, me puse a conversar con los panas sobre mi caso, y sobre las vainas que el sonido digital nos ha hecho a muchos de nosotros: corregir ese tipo de fallas de toda la vida, producto del pésimo sonido de las radios, reproductores de cassettes o longplays en los que escuchábamos música en tiempos idos. Muchos de nosotros cantamos canciones de una forma pero en realidad la canción dice otra. La recopilación de estos errores ancestrales da para un curioso catálogo. Va una pequeña muestra de lo que yo y los panas creíamos, y lo que los artefactos de hoy nos revelaron:

El grito de Ismael Miranda en la canción Arsenio:
Al señooooooorrr...
En realidad dice:
Arsenioooo...

En la parte final de Pedro Navaja, un coro dice:
I like to live in América
Y un pana lo cantaba así:
Baila insulina en América...

El Gato en la oscuridad:
Cuando era un chiquillo, qué alegría
jugando a la guerra noche y día
La versión pre-digital:
Cuando era un chiquillo, qué alegría
jugando con tierra noche y día

Decía Lalo Rodríguez:
Ven devórame otra vez, ven devórame otra vez
ven castígame con tus deseos más
que el vigor lo guardé para ti...
La versión equivocada:
...ven castígame con tus deseos más
que mi gorro guardé para ti...

Héctor Lavoe:
Comíamos llorando el pan mugriente y duro...
Oscar Palacios:
Comíamos con hambre el pan mugiente y duro...

Sí, todo muy gracioso.
Todo, menos la forma vil en que la tecnología asesinó a mi negrita Marisol.