viernes, 29 de junio de 2012

El asesinato de Héctor Lavoe

  • Hoy se cumple otro año de la muerte de Héctor Pérez (conocido como Héctor Lavoe). Esta crónica la escribí para el periódico Parroquiadentro, órgano de Fundarte, en su número 27 (agosto-septiembre de 2006). Aquí va de nuevo, en su memoria.

Todo tiene su final, en una versión poco conocida

Sesenta y seis años apenas cumpliría el 30 de septiembre Héctor Lavoe, si su temperamento y las dinámicas inherentes al mundo del espectáculo en nuestras sociedades capitalistas no se lo hubiesen llevado tempranamente, en 1993. Hoy mismo pudiera estar vivo, y tal vez en el anonimato, si aquel muchacho nombrado Héctor Juan Pérez Martínez hubiese torcido el rumbo que quizá ya le tenía reservado cierto impulso atávico: el hombre nació en esa fábrica de músicos y cantantes llamada Ponce, y además su juventud transcurrió en una época que ya estaba preparándose para el parto mayor de un nuevo signo musical. Las hormonas y las pasiones del joven Héctor bullían de ansiedad adolescente justo cuando los años 60 estaban pariendo ritmos. Ser adolescente, llevar en la sangre fibras ponceñas y toparse con el nacimiento de la salsa es en suma una confluencia de eventos explosivos, cuyos efectos habrían de ser dramáticos e irreversibles.

La secuencia es fácilmente detectable y contiene tres hitos claves. En 1946, cuando nació Lavoe, por Nueva York ya andaba Chano Pozo asombrando a los jazzistas, retroalimentando el jazz y la latinidad. Veinte años más tarde Palmieri, los dos Titos, Barretto, Pacheco y toda una cohorte de elegidos le daban forma al legado de Arsenio Rodríguez y de toda Cuba, en lo que fue la conformación de un género musical todavía sin nombre. A un adelantado acá en Venezuela, Federico Betancourt, ya el instinto lo había llevado directo al término más apropiado y sabroso, pero debió pasar un tiempo antes de que todo el mundo llamara salsa a la salsa.

Y el hito final: cuando ya había un movimiento de masas y una industria alimentándolo de sensaciones; cuando el género despegó como fenómeno internacional, como legado del malandreo a la cultura de masas de occidente, apareció la figura que habría de congregar todos los requisitos para embolsillarse la grandeza y la adoración colectiva. Lavoe fue el emblema de nuestra generación porque era en sí mismo un abanico de características indispensables: era latino, era pobre, era ambicioso, era díscolo, era impulsivo, era el rey de la impuntualidad, desafinaba pero lo hacía sabroso y con desparpajo; tenía risa fácil, le rendía culto al goce y no al trabajo o a la riqueza, razón por la cual fue carne de cañón, alimento de empresarios y explotadores de todo cuño.

Lea otra vez, una por una, las características que definían al ser humano Lavoe; voltee a su lado y vea a sus amigos o a los transeúntes; mírese ahora al espejo, haga una rápida encuesta mental para recordar a los suyos, y responda honestamente si el 95 por ciento de esas personas que desfilaron ante sus ojos (incluyéndolo a usted mismo) no se parece en lo esencial a este hombre tan grande y tan cotidiano. Héctor es la metáfora humana más dolorosa del hombre cuyo talento, consistente en ser capaz de elevar lo populachero de un estilo a enormes niveles de pasión y de dignidad, es utilizado y liquidado por la mecánica implacable del dólar y sus cultores. Todos nos aprovechamos en alguna forma del Cantante de los Cantantes: en una sociedad en la cual todo es convertido en mercancía, millones de seres le arrebatamos la plusvalía de las sensaciones y los recuerdos; otros pocos se quedaron con la plusvalía en metálico. Héctor sólo guardó para sí una historia intensa, el recuerdo de unos amores vertiginosos, las secuelas del consumo rebajado a categoría de despilfarro, unos años postreros vergonzosos y un final prematuro. Todo lo cual es una forma de asesinato, y en eso también se parece El Cantante a muchos de los nuestros: asómese a la calle y vea cuántos seres humanos produce en serie esta sociedad y a cuántos inmola vilmente cuando no le sirven para nada o cuando ya cumplieron con su misión: venderse en forma de mercancía, con el rótulo de bienes y servicios.


Veinte años no son nada: usted canta la canción tres veces, calcula el tiempo transcurrido desde que moduló el primer acorde y allí lo tiene, pequeño y mezquino, un insignificante fragmento de tiempo medido en notas musicales. Héctor Pérez utilizó la pequeña fracción que le correspondía para darle un vuelco a nuestra historia musical, y a usted ni siquiera le dio tiempo de cantar completa la canción por tercera vez: sesenta años no son nada, y Lavoe se apagó (o lo apagamos) a los 47.

miércoles, 27 de junio de 2012

Anotaciones sobre la mentira del periodismo profesional

Artículos relacionados:

  1. Autopsia del periodismo venezolano (2007)
  2. El periodista imposible y la guerra en curso (2009)
  3. Si usted es periodista profesional y está orgulloso de ello, usted es un coñoemadre (2011)
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Es mentira que si usted estudia y se gradúa en una universidad es más inteligente, mejor formado, más decente, más importante para la sociedad o más "preparado" que quien no va a la universidad. En consecuencia, también es mentira que los periodistas que se graduaron en una escuela de Comunicación Social garantizan trabajos periodísticos más serios, responsables, respetables y de calidad que quienes no lo hicieron.
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Es mentira que el gremio venezolano de periodistas profesionales (el fulano Colegio Nacional) sea hoy una necesidad para que los periodistas se defiendan de la voracidad de los dueños de medios y corporaciones de la información. Si algo desnudó y evidenció el proceso chavista es que los periodistas de academia son aliados naturales (de clase) de los dueños de los medios, así que son sus esclavos instrumentales y además sus compañeros de lucha antipueblo.
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Es mentira que el rechazo a prácticas elitescas, burguesas y tiránicas como exigir títulos universitarios y membrecías obligatorias para poder ejercer el periodismo sea un ataque comunista o chavista contra la libertad de expresión. Lo que sí es amenaza contra la libertad de expresión es, precisamente, exigir títulos universitarios y membrecías obligatorias para poder ejercer el periodismo. Hasta la UNESCO así lo ha reconocido (Lea: UNESCO: Prácticas que amenazan la libertad de expresión). Pero en Venezuela, uno de los pocos países del mundo donde una Ley hace esas exigencias insólitas y medievales, ni los periodistas profesionales chavistas ni los otros se han dignado abrir esta discusión.
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Es mentira que el periodismo sirva para buscar y revelar la verdad. El periodismo es un ejercicio mediante el cual usted indaga en unos hechos, recoge puntos de vista disímiles y encontrados, arma con todo eso un paquete (trabajo) informativo, cuyo objeto es que el receptor se entere de lo que hay, de lo que opinan al respecto quienes han investigado antes sobre el objeto (hecho noticioso) a favor y en contra, y se forme una visión del tema. En Venezuela a los periodistas les importa dos tomates, tres pepinos y un ají que el receptor de noticias se forme una idea u opinión propia sobre nada: a unos les interesa que la gente se vuelva chavista y odie a los antichavistas, a los otros les interesa lo contrario. Así que eso no es periodismo sino propaganda. A algunos este hecho les espanta o les repugna; en lo personal, a mí no me parece ni bueno ni malo: me parece que es así, y hay que adaptarse a ello. Las otras opciones son meterse a ermitaño, pegarse un tiro o colgarse de un mecate.
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Es mentira que en Venezuela haya personas haciendo buen periodismo y otras haciendo mal periodismo. En Venezuela, quienes prestamos nuestros servicios como recabadores y difusores de información estamos haciendo propaganda al servicio de un proyecto de país, y del lado de allá los proburgueses están haciendo lo mismo pero en contra de ese proyecto de país. Ninguna de esas dos misiones (hacer propaganda a favor o en contra del proyecto llamado "bolivariano") califica como periodismo. En Venezuela hace rato no hay condiciones propicias ni voluntad ni tiempo para hacer periodismo. Aquí quien viene a estas alturas a jugar al equilibrio y a la neutralidad es porque no sabe qué está sucediendo en Venezuela y el mundo. Y alguien tan rejodidamente desubicado en el momento político del planeta no puede ser periodista.
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Reflexión desde mi ser individual: yo estoy consciente de estar haciendo propaganda a favor de una Revolución y de un pueblo en rebelión, no me importa que se me note y no me quita el sueño en lo absoluto. A mí me enorgullece ser una rara especie de propagandista que de vez en cuando le tira sus coñazos a los aliados que quieren mostrarse como revolucionarios sin abandonar su burguesía. A mí me sabe a mierda la etiqueta de "periodista veraz y objetivo" y eso no es desde ahora sino desde hace tiempo. Más o menos desde que, entre 1997 y 1999, me dediqué a denunciar casos de crímenes perpetrados por los cuerpos represivos del Estado y por otros entes poderosos. Esto lo hacía en el diario El Nacional y la sección era conocida como Guerra Nuestra (allí pueden leer varias de las 140 crónicas que escribí en esa época). Los periodistas profesionales entonces me querían y respetaban porque, al no profundizar en lo que yo estaba haciendo, creían que yo era tremendo periodista, que estaba haciendo un trabajo periodístico de alta calidad. Con el tiempo yo mismo fui  revelando y confesando un detalle de mis escritos: jamás jugué a la imparcialidad. Yo me puse siempre del lado del denunciante al que los pacos le jodieron la vida, le asesinaron un hijo, le despedazaron al esposo o esposa. Eso indica que lo que yo estaba haciendo no era periodismo sino política, propaganda contra la institución policial; para calificar como periodismo yo debí haber cumplido con un requisito: confrontar en igualdad de condiciones, importancia y jerarquización, la acusación de las víctimas y el derecho de los policías (los asesinos) a la defensa. Yo nunca hice esa mierda, porque siempre supe y sé lo que es un policía. Yo no iba a aponer a un paco a desmentir a la doña a quien le ametrallaron al hijo. Uno de mis orgullos personales es haber pateado esa norma universal del periodismo: confrontar y comprobar antes de publicar.
Pero los estudiosos y académicos, impresionados por mi forma de narrar y echar el buche, siguen mostrando mis trabajos en algunas escuelas de comunicación social, engañando a los pobres estudiantes con la mentira de que eso que yo hacía era periodismo. Pobrecitos.
Bueno, allá ellos. No es mi problema, no me afecta que se siga alimentando esa leyenda urbana. Total, este artículo trata sobre la gran mentira inherente al periodismo profesional.
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Es mentira que eso de poner a los periodistas profesionales en su sitio y gritarles en su cara que son ciudadanos comunes y corrientes y no seres especiales que merecen reverencia y sumisión sea una práctica tiránica. Tiránico es desconocer que llegó el tiempo de los pueblos y ciudadanos comunicadores, y seguir encerrado en las aulas universitarias en busca del periodista perfecto que se forma a punta de libritos y no de conocimiento presencial de los países, su historia y sus pueblos. Puede que este sea el Día del Licenciado en Comunicación Social, pero el tiempo que corre es el tiempo de la gente y sus muchas formas de expresarse y de difundir sus hechos vitales. El periodista de librito y escritorio mejor que empiece a mover ese culo si quiere sobrevivir en el tiempo de la multitud que ya no cree en vacas sagradas.

sábado, 23 de junio de 2012

Fuerza, Paraguay: la Historia no es una línea recta, derechita y sin accidentes

Acostumbrados por siglos a convertir los eslogans, refranes y frases ingeniosas en verdades históricas, ya no hay quien nos quite de la cabeza a los chavistas que "Todo 11 tiene su 13". Confieso mi crimen: yo también creo eso. Pero también creo (y por supuesto no es una idea originalísima que se me acaba de ocurrir, sino un tema fundamental de la historiografía mundial) que los Treces a veces tienen retrocesos dramáticos y hay Onces largos y dolorosos; los chilenos pueden darnos algunas clases al respecto. La Historia no es una línea recta, derechita y sin accidentes.
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Momento de una antipática y engreída autocita. En una entrevista reciente el periodista me preguntaba mi opinión acerca de qué sucedería en Venezuela ante una eventual salida de Chávez del poder. Le dije que, en mi opinión, la Revolución venezolana va a continuar con o sin Chávez. Se picó el hombre, y quiso chapearme con el ejemplo de Chile: "A Allende lo tumbaron y el Chile allendista no ha renacido". "Te equivocas", le dije. "El Chile de Allende renació en la Venezuela de Chávez".
Una Revolución no es una gestión de Gobierno sino una movilización de pueblos, con o sin aliados en el poder, pero como el pana prefería creer que sólo hay revolución cuando hay un presidente progresista o revolucionario en la jefatura del Estado, pues..
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La Historia es una secuencia en la que un sistema da paso a otro distinto, aunque nace del anterior: hemos recorrido formas primitivas y sofisticadas de consolidación de Imperios; pasamos por el feudalismo, el esclavismo, el capitalismo industrial, el capitalismo post industrial. Ahora viene "esto" que estamos construyendo y que todavía no tiene nombre; que conserva mucho de los sistemas jerárquicos (tiránicos) tradicionales, pero lentamente lo vamos superando o cocinando su superación.
En efecto, muchos queremos creer que en esa larga secuencia la humanidad se encamina hacia procesos de democracia directa y acracia (por ahí lo llaman anarquismo; déjenme discursear un rato en mis sospechas sin lecturas), pero hay que estar conscientes de algo: la Historia no es una línea recta, derechita y sin accidentes.
En el lento, largo, doloroso, hermoso y dramático proceso de emancipación del ser humano hacia una sociedad sin clases ni opresión se gana, se pierde, se avanza, se retrocede; llueve y escampa; el ácido se alterna con la miel. Adiós a Stroessner, bienvenido Lugo; despachado Lugo viene una etapa de plutocracia y de resistencia popular.
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Los venezolanos haríamos bien en acostumbrarnos a la idea de que un día tal vez el cochino Estado burgués que no pudimos destruir en estos años volverá a manos de sus creadores: que la derecha tendrá el poder, el control de SU Estado. Algún día Chávez morirá (clic acá) En algunos círculos esto sigue siendo tema tabú. Lo cual es una tragedia, una falla estratégica desesperante.
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A causa de la insólita anomalía histórica de abril de 2002, en Venezuela nos acostumbramos a las victorias express. Y como, a causa de una bien consolidada cultura cinematográfica y televisiva, todos queremos ver el comienzo y el final de la película (porque no nos imaginamos, no aceptamos, no concebimos, no entendemos que algo que comenzó hoy puede tener un desenlace en dos días, dos meses o dos siglos) existe la percepción de que si mañana no hay contragolpe Paraguay será de la derecha por siempre. Y la lectura alterna, tan cercana al racismo: como los paraguayos a esta hora no han degollado a los senadores y al presidente de facto entonces ya hay quien considera que el paraguayo es un pueblo pasivo o cobarde. Hollywood en pleno: queremos ver el desenlace YA y más vale que ganen los buenos, porque si no entonces nos arrechamos.
Seguramente el regocijo de la derecha golpista paraguaya y de todo el continente tiene que ver con la misma visión inmediata de los procesos: muchos de ellos creen que al destituir al presidente Lugo ya no habrá pueblo ni revolución que los saque de ahí.
Pero la Historia salta; la Historia no es una línea recta.
El 13 paraguayo vendrá. Y el chileno, y el colombiano, y el mexicano. Quizá no en dos días (como creen muchos de los nuestros que debe ocurrir para que sea un proceso serio), pero vendrán.
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La historia (nuestra guerra contra la opresión) es una larga cadena de victorias y derrotas, avances y retrocesos. Fuerza, Paraguay: que esta batalla sea aprendizaje para enfrentar las que vienen.

viernes, 15 de junio de 2012

Recta final (la de este año)


El arranque oficial de la campaña abre un nuevo ciclo político en Venezuela (el crucial, el decisivo): es la recta final del proceso electoral. En ella se definirá con cuántos venezolanos convencidos continuará el proyecto de construcción de un modelo de país y de humanidad iniciado en 1998.
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No es exageración ni exceso de optimismo. Tal vez el ojo no está tan alerta con las claves y definiciones puestas en la mesa. Lo de “modelo de humanidad” es una conclusión a la que se llega mediante un simple acto de verificación de datos objetivos. En Venezuela está ocurriendo algo que no ha sucedido nunca en ningún otro país (la demolición, lenta pero sostenida, de unos cuantos paradigmas perversos enquistados acá desde hace siglos) y eso le da a “esto” carácter de revolución planetaria y no sólo de expresión local de las luchas del ser humano rebelde.
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En cuanto a la cantidad de personas mayores de 18 años que se han sumado con mayor o menor grado de participación a esta fase del proceso venezolano, aludo a dos puntos aparentemente contradictorios: 1) a la necesidad de sumar la mayor cantidad posible de voluntades dispuestas a continuar el proyecto con un aliado en el poder, y 2) a otra necesidad alterna: la de entender que, si ocurriera algún cataclismo o accidente que desaloje del poder a los factores aliados, tenemos otra tarea enorme y es la de organizarnos en resistencia. Ganar las elecciones del 7 de octubre de este año es para los constructores del futuro algo importante, necesario, vital, y todo o casi todo parece indicar que esto ocurrirá de manera apoteósica (dramática para algunos).
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Pero hay otro momento de nuestra historia que debe preverse, analizarse, pensarse y discutirse con toda responsabilidad: el momento en que debamos poner en práctica lo aprendido en materia de organización del pueblo para el pueblo, en las formas de autogobierno, en la gradual demolición del viejo Estado y el salto audaz hacia otra forma de organización popular: el sueño de Chávez y del chavismo más consciente es uno donde el Estado, tal como lo concebimos hoy, abandona sus funciones mastodónticas y le deja al pueblo la misión de construir. ¿Qué hacemos con ganar y ganar y ganar elecciones si no ensayamos el cómo continuar y continuar y continuar como pueblo y no como aplaudidores de jefes?
Es una tarea larga pero debe discutirse desde ahora. Un “ahora” que pasa por el esfuerzo titánico en procura de la victoria chavista del 7 de octubre.
¿Y si perdemos? Pues habrá que continuar la tarea pero en condiciones más duras, terribles y sangrientas. Pero habrá que continuarla. Nadie dijo que la Revolución es algo que sólo puede hacerse con un aliado en Miraflores.

miércoles, 6 de junio de 2012

Historias sobrevivientes: en gráficas

Van algunas gráficas de gente nombrada en la entrega anterior, y otros que no he nombrado aún:
Ellos son sobrevivientes y pacientes del Convenio de Salud Cuba-Venezuela:
Germán, el buzo que cayó sobre la viga:

Edimar, la chama que fotografía atardeceres, y los atardeceres que fotografía:

Juan Carlos, el chamo héroe que intentó salvar a su primo en el incendio de su casa:

José Luis, el del accidente en la moto y la "Z" del Zorro:

César, un chamo que iba a la escuela gateando porque unos brillantes médicos venezolanos les dijeron a sus padres que nunca podría ponerse de pie:

Glory. Paciente de vitiligo en plena recuperación y una de las sonrisas más bonitas que recuerdo:

José Luis Flores: sobreviviente de cáncer y otros enemigos: