jueves, 27 de junio de 2013

Canto de esclavos, nostalgia y amor a la tierra


Eso que llaman "cantar" no es, en su acepción primigenia, nada distinto a sembrar una mata, jalar un pescao, rozar un monte, arrear un ganado; fabricar ropas u objetos útiles o artísticos. En principio y desde su acepción más humana o no elitista, cultura es lo que hace el ser humano para vivir con lo que hay en el entorno natural, así que trabajar y cantar es exactamente lo mismo porque el entorno produce no sólo cosas materiales sino también sentimientos, afectos, dolores, remembranzas. La perversión que dividió las funciones humanas y produjo "cantantes profesionales", a quienes distinguió de los ordeñadores, agricultores, albañiles, pescadores y llaneros (esos que arrean el ganado a caballo) ha hecho posible aberraciones como que a un rolitranco de estafador como Simón Díaz se le llame "padre de la tonada" sin haber ordeñado jamás una maldita vaca en su prostituta vida.

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El canto primitivo era una extensión del hacer con las manos. El ser humano, cuando no estaba o no está contaminado de sociedad industrial, cantaba o canta mientras discurre en su faena de ganarse el pan. En los trabajos producto de la mecánica de la explotación, la música fluye de la garganta para arrullar y consolar la pesada o injusta carga que debe soportar el cuerpo. Entre los afroamericanos del norte la más alta expresión de la espiritualidad hecha voz melodiosa se llama blues, sólo que este género ha sido convertido en mercancía y devenido jazz surcado de instrumentos europeos. Cuando el carácter ceremonial del canto es suprimido y el único estímulo del cantor pasan a ser la fama y el dinero queda despojado de la nobleza del rito. El trabajador se vuelve cantante, y un cantante profesional, ese parásito inventado por la industria del espectáculo, es un sujeto que no sirve para más un coño que no sea cantar; gente que con pasmosa y triste facilidad se entrega a la autodestrucción en forma de artificioso placer/poder. Tarea: averiguar de qué murieron Withney Houston, Lavoe, Pirela, Janis Joplin, Rocío Dúrcal, Michael Jackson, tantos otros cantantes famosos, víctimas del vértigo del estrellato.
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En todos los pueblos y en todas las culturas hay un equivalente universal del canto de los esclavos. El espíritu que les canta al trabajo y a la tierra permanece allí en el quehacer de los pueblos. No resulta ninguna novedad venir a decir a estas alturas que los grandes cronistas, historiadores y retratistas de los pueblos son los cantores y no los escribidores (tampoco es muy original andar diciendo a estas alturas que la mejor literatura venezolana es oral y no escrita). De ellos, son unos pocos elegidos los que, habiéndose convertido en esa cosa monstruosa llamada "cantantes profesionales" conservan el verbo y la canta del ancestro, además de su orgullo y un cierto agradecimiento por lo que el ser esclavizado que somos considera a veces formación; la expresión "Me hice hombre trabajando" suena digna y varonil, pero uno la disecciona y la descubre más bien amarga y dolorosa.
Estas líneas las escribo teniendo presente una canción de Jorge Guerrero (Remembranzas del Guerrero; más abajo la enlazo en un video), un cantante profesional entregado al capital, pero que entre pasaje comercial y pasaje comercial ha colado un puñado de líricas formidables y genuinas, rescatadas del tiempo personal de su juventud, cuando para él cantar no era un oficio para ganar plata sino para sacarse de los adentros la ternura y el dolor de la esclavitud.
Jorge fue peón de hacienda y conuquero y se le nota demasiado; en alguna de sus canciones confiesa saber que tiene "un azentico montuno que donde voy me delata" y no hacía falta que lo dijera. La canción de allá arriba, Remembranzas, destila amor a la tierra, añoranza del trabajo, nostalgia de "aquel mundo tan bonito en el que me levantaba / oyendo los pajaritos con un bochinche en las ramas".
Aquí, este veguero transmutado por el capitalismo en algo distinto a su ser elorzano original, decide serle fiel a su origen y homenajear a sus fantasmas fundacionales: la niñez en un llano que ya no existe y las huellas del trabajo esclavo: "Todavía cargo en las manos, como una señal sagrada / los callos del cabo de hacha, el barretón y la pala". La canción es, además de un grito del hombre que no sabe si amar o detestar la esclavitud de sus años mozos, un estallido de términos y giros lingüísticos formidables, pues pertenecen a un idioma que parece castellano pero no lo es: este verbo es lo que el ser llanero hizo con el castellano después de siglos de moldeado y reconversión.
Escuchen la pieza y, si gustan, sigan abajo la letra:

Cada vez que el gallo canta a las cinco e la mañana
mi memoria se despierta hambrienta de tierra plana,
me voy a morir de ausencia añorándote sabana,
sabana del alma mía, soy el hijo que te ama,
que al galope de de mi verso con vientos de la alborada
voy a cruzar los caminos que cuando niño cruzaba,
chapaleteando descalzo el agua que se empozaba
después de los aguaceros que el cielo azul nos mandaba
voy a recoger contento telarañas de aguas claras
que extienden los alambraos antes de la resolana,
qué tierra tan adorable, qué linda mi tierra plana
hoy no me pienso quedar porque tu seno me llama
con el clamor de la madre cuando a sus hijos reclama
la tristeza que me da que busco y no encuentro nada
de aquel mundo tan bonito en el que me levantaba
oyendo los pajaritos con un bochinche en la ramas,
no me abandones, recuerdo, píntame las madrugadas
cuando el viejo caporal el chinchorro nos meneaba:
"levántense muchachones que comienza la jornada",
en el rabo de una bomba todos los días me aclaraba
echándole agua a los bichos, Altavista y La Tinaja
y a los árboles de fruto como naranja y guayaba
y apenas rompía la brisa recuerdo que me tocaba
era cebar un molino que apenitas se miraba,
todavía cargo en las manos como una señal sagrada
los callos del cabo de hacha, el barretón y la pala
de la peinilla, las trancas, el rejo con que enlazaba,
recuerdo el caballo rucio bellaco que yo montaba
tenía que escupí en la mano y en las piernas me estrujaba
porque si escupía pal suelo seguro que corcoveaba,
la vieja caballeriza aquí la cargo pintada
parece que todavía guarda mi villacurana
y un garabato cenizo en donde siempre guindaba
sierra, soga, maneadores y lo que necesitaba
para las labores recias del llano mi tierra amada
que así me ofrezcan tesoros nunca la cambio por nada.


Cómo quieres que te olvide mi población elorzana
si cargo tus tradiciones aquí en mi pecho sembradas,
cargo el alma de tu gente tan criolla, sencilla y sana,
no puedo sacar de aquí la imagen fresca y lozana
de tus mujeres preciosas cogoyos de mejoranas
que se pasean por las calles y adornan tu panorama
al paso viejo de Elorza y el vaivén de la chalana
y el ángel de la guarura nuestra imagen venerada
Doña Bárbara en la estatua se ve triste y derrotada
porque llegó la justicia de Luzardo a la sabana,
llano de Pedro Guerrero y José Natalio Estrada
que en la Trinidad de Arauca dejó su gloria y su fama
y en el Cristo de la Mata su fe se quedó plasmada
esta es la misma llanura de la gente que bregaba
de Calucho Calzadilla, sereno cuando mandaba
igual que Chicho Guerrero en la vieja mata e' palma
sigo por esta llanura cruzando estero y cañada
con rumbo lechemielero donde tranquilo habitaba
humilde con mi familia pero nada nos faltaba
porque ahí repartían la olla cuado el vecino mataba
vuelvo a Elorza con recuerdos de gente muy apreciada
del caporal Ángel Pinto cuando el ganao se viajaba
mi primo Isidoro Archila baquiano pa' una posada,
Don Vicente, Don Morales y Rucano el que peleaba,
lo que sí defiendo yo, eso sí a capa y espada
son esos bailes con arpa donde se contrapunteaba
los de allá de Medanito de Marcela y Rosa Laya
y en diciembre las parrandas que María la Cruz formaba
y hablándose de conjuntos ella era la que ganaba
menos mal de vez en cuando ponen un arpa onde Juana
y otra allá en el Chavetazo Calixto el fin de semana
yo que era un muchacho vago que siempre me la pasaba
con un cuatro viejo roto cantando en esas ventanas
despertando las muchachas mientras las enamoraba
son algunas remembranzas de mi memoria temprana
la dirección se las dejo como antes se las pintaba
lo único que no se ve cerca de la empalizada
es el nido aquel grandote donde el pájaro cantaba
yo creo que fue en el invierno que lo tumbó un palo de agua
pero allá está mi fundito dispuesto pa' lo que salga
vayan que yo los espero con miche y con carne asada.

viernes, 7 de junio de 2013

El pico

El pico es probablemente el implemento más importante al que acudimos los hombres en estos lados del mundo. Sobre todo en sus facetas metafóricas: el instrumento de trabajo no es usado por tanta gente, así que el pico dejó de ser sólo ese poderoso aparato para perforar, arrastrar, desgarrar y partir, y ha alcanzado la categoría de elemento sicológico asociado al dominio, al poder, a la posesión, a la fuerza y a la inteligencia; a la lucha (cuerpo físico) y también al ajedrez (elaboración mental de estrategias).
Contra lo que pudiera sugerir el pensamiento más directo o simple (y también el idioma: “machete” parece un anuncio, apodo o maqueta de “macho”) no es el machete sino el pico el instrumento que sintetiza las aptitudes de la hombría, entendida ésta en su acepción machista: el ejercicio vital de los “hombres de verdad”.
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Traen su carga patriarcal el concepto "pico" y la explosión de símbolos alrededor. Esto tal vez provenga del hecho de que el pico se llame como se llama. Que se utilice para ciertas cosas el nombre de la protuberancia que tienen las aves en la boca marcó de significados viriles a la simple pieza de hierro, porque el ser humano, en sus modalidades rurales y urbanas, se la pasa imitando, prefigurando o intuyendo a los pájaros en muchas de sus manifestaciones cotidianas.
Gallos se les llama a los aguerridos peleadores y gallina a los cobardes (llámase cobarde al tipo que no se atreve a pelear con otro); pico de oro y pico ‘e plata es el sujeto que tiene labia, seduce, convence, dirige, influye, manda y se impone: el poder se ejerce fundamentalmente con la palabra (la boca, que es el pico), no hay don de mando sin voz recia. Por eso la conmoción general cuando el comandante Chávez salió del quirófano sin poder hablar (mandar).
En sus connotaciones sexuales también hay un despliegue de aves y sus partes corporales. La cinematografía que formó sentimental o emocionalmente a nuestra generación y a la de nuestros padres (la mexicana) está llena de gavilanes, gallos y palomas. No hay nada más parecido al breve y violento cortejo de los gallos sobre las gallinas que ciertos bailes como el joropo llanero, los tambores y la danza wayúu; el grito altanero con que suele empezar la canta de los copleros imita el grito madrugador del gallo que quiere dejar constancia de su señorío sobre los pollos y las pollas de los alrededores. Picaflor es el hombre que anda cogiendo hembras por todos lados y del hombre afeminado se dice que suelta las plumas. El viejo José Rondón, montañés de 97 años que todavía se entusiasma al ver a alguna hembra vistosa, dice de su capacidad para “cumplirle” a una mujer: “Los gallos finos de pelea lo que no pueden hacer con la espuela lo hacen con el pico”.
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Usar el pico para convencer es el acto diametralmente opuesto al “echar pico y pala”. Así como es celebrado el hablar mucho y sabroso hay un límite difuso que convierte esa práctica en despreciable: al que habla mucha paja provoca partirle el pico. Cuando el parlanchín no sabe hacer otra cosa en la vida y permite que se le note queda reducido a su vergonzoso nivel: no hace nada, es un hablador de paja. El hablar y hablar y hablar sin sustancia es inorgánico e inferior frente al hacer. La gente que hace es o debería ser más importante que la que sólo habla.
Echar pico y pala: expresión genérica que designa el hacer un trabajo manual duro, casi siempre de agricultores y albañiles. Recuerdo las amargas recomendaciones de mi viejo: “Estudie para que no tenga que ganarse el pan echando pico y pala”. Aunque ese y otros millones de seres humanos se levantaron a sí mismos y a sus familias haciendo trabajos pesados y dicen estar orgullosos de esa hazaña, la verdad es que nuestra sociedad se ha construido sobre un sustrato muy hondo de desprecio hacia los obreros y campesinos, de quienes el hombre de oficina, el que hace trabajo intelectual o el entregado al ocio improductivo suelen decir que son brutos, malolientes y primitivos.
Es muy fácil que ese desprecio se convierta en autodesprecio, aunque también hay un dato animal formidable, que reivindica y levanta la moral del trabajador manual. Lea el siguiente testimonio, invalorable credo de hembritud. Es una gallarda y romántica confesión, contentiva de cosas que uno sabe o sospecha sobre el pensar y el sentir femeninos, pero que es muy estimulante leerlo escrito o dicho por  una mujer:
Así que el pico metafórico del que tiene labia, domina y conmueve es al mismo tiempo premonición del pico físico, del utensilio de trabajo tosco y potente: ese hierro se hizo para llevar a cabo en la vida real algo que los aficionados al revoloteo metafísico dicen que sólo se hace con algo que llaman fe: el pico mueve montañas. Literalmente: las carreteras del país, muchas casas, plantaciones y ciudades no hubieran podido construirse sin que el pico de verdad hubiera entrado en acción. El pico destroza el suelo ancestral, resquebraja la piedra; la pala mueve para otra parte los restos devastados de esos trozos heridos de planeta.
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Enamorado como estoy de un pedazo de montaña barinesa, esa zona mágica donde el llano empieza a desaparecer y se convierte en Los Andes, quise convertirme en custodio y habitante de un pedazo de terreno. No es tan directo el trámite. Tuve que fajarme a contarle al Consejo Comunal qué pensaba hacer con esa parcela. Hablarles de lo que pienso sobre la siembra sin veneno, del cuido del bosque y el río, de las casas orgánicas hechas con el mismo material con que fuimos fabricados nosotros (barro). También les hablé de lo que puede hacerse con un poco de ganas de comunicar noticias e historias (les hice un facsímil de una especie de boletín que esa comunidad puede hacer si se lo propone y me dejan explicarles cómo).
Tras unas buenas sesiones de poner a funcionar el pico y de escuchar las réplicas de un vocero de lujo, que me da clases a mí y a cualquiera en eso del palabreo inclemente (vaya: ese Consejo Comunal tiene entre sus voceros a Rafael Martínez, “El Cazador Novato”) me han concedido el privilegio de formar parte de la comunidad. No sé qué cataclismo tendrá que ocurrir para que algo me empuje a irme de ese territorio maravilloso. Y sí: me siento propietario, vicio humano de los que crecimos en capitalismo. Siento haber dado con eso que llaman “el pedazo de tierra para caerse muerto”. Pero antes de que ello ocurra viviré. No sólo existiré (que es lo que uno hace en las grandes ciudades), sino que me lanzaré a vivir.
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Todo lo anterior, porque la primera herramienta que he comprado expresamente para la primera faena que viene (replantear un terreno, terracear, preparar el lugar donde estará la casa) ha sido un pico. Las heridas que me ha dejado en las manos la primera jornada de entrarle a la tierra son hondas y dolorosas. Tengo un triste orgullo de esas heridas; hubiera querido ahorrarme muchos de los placeres fatuos de la juventud, esos premios por haber puesto a andar el pico metafórico, y haber invertido más tiempo y esfuerzo en las heridas corporales que deja el pico de levantar casas y conucos.

domingo, 2 de junio de 2013

Todi: sabor que nos alimentaba



Esto es un agregado o complemento de las recientes reflexiones-acciones sobre la forma en que distorsionaron y despedazaron nuestra cultura, sobre todo desde sus manifestaciones culinarias o gastronómicas, cuando ésta estaba en etapa germinal (un feto apenas que jamás nació ni se desarrolló, porque el petróleo lo volvió mierda).

Semillas de todi o mucuna
Sobrevive entre alguna gente del campo venezolano, mayoritariamente de más de 45-50 años, el recuerdo de una bebida que antiguamente se tomaba en lugar del café, y también en forma de merengada riquísima hecha con leche de vaca recién ordeñada, con sabor a chocolate. La llamaban todi. No, güevones, no me corrijan: se escribe todi porque así lo pronuncian nuestros viejos. Tampoco lo busquen en Google, ya dejemos el arrodillamiento y la sumisión: es mentira que todo el saber humano se encuentra en internet. El dato venezolano que acompaña la historia del asesinato de esta rara leguminosa (una especie de caraota grande, robusta y con "bemba") es una demostración de ello.
Se trata de la especie llamada Mucuna (no confundir con la mucuna pruriens, que ha sido prácticamente proscrita como alimento para humanos debido a su contenido de un tóxico llamado dopamina). Eso sí se consigue en Google: la información, veraz o no tanto, que criminaliza y condena a las semillas originarias, ya que esto "obliga" o empuja a las masas de consumidores a comprar sólo las que son comerciales y le inflan el bolsillo a alguien. La mucuna (todi) es monte y crece como monte; las caraotas negras, rojas y otros granos comerciales, no se consiguen en cualquier solar y para comerlas hay que pagar. Resultado: para el "saber" generalizado, el todi o mucuna es maligno, es mierdero, es monte; la caraota negra, en cambio, es el grano nacional, y quien siendo venezolano no coma pabellón o declare que le importan una pinga las caraotas negras es marico, vendepatria o loco. Como si ese grano de mierda fuera de aquí (el todi tampoco lo es pero nadie lo está promoviendo como plato nacional obligatorio).
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Miles de personas del campo, de una generación anterior a la nuestra, sabe lo que es todi y muchos lo probaron y disfrutaron. Esa popularidad  sobrevivió hasta que llegó el Toddy con su sabor colosal, producto de la muy eficaz alquimia a que es sometido el cacao. Lo cierto es que el todi original ha caído casi en el olvido. Casi lo mismo que ocurrió con las arepas de verdad, piladas, o peladas, a causa de la hegemonía industrial de la harina precocida de maíz (no olvidar: http://tracciondesangre.blogspot.com/2013/05/alguna-vez-fuimos-de-maiz.html).
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Hay que darle el beneficio de la duda a una duda: no sabemos con precisión si el término se utilizó antes para la leguminosa que para el producto comercial. Dos datos nos hacen sospechar que la industria se apropió del nombre que el pueblo le daba a la merengada, y no al revés. La marca comercial y el producto Toddy llegaron a Venezuela en 1939. Ya saben quién se enyucó a la marca y al producto en Venezuela, ¿cierto? ¿O no? ¿No lo saben? Está bien. Búsquenlo en Google: "Toddy Venezuela".
Desde la década de los 20 el sujeto que "inventó" la fórmula, un puertorriqueño nombrado Pedro Erasmo Santiago, se dedicó a recorrer toda Suramérica registrando a su nombre la marca "Toddy", que al parecer antes fue una marca de una bebida alcohólica escocesa con toque achocolatado. El otro dato es el paralelismo de esta historia nominal con el caso mexicano, donde la mucuna también se toma hace décadas mezclada con leche de vaca (como aquí) pero su denominación entre la gente suena también conocida: los campesinos de México le dicen a la mucuna nescafé.
Tanto en México como aquí la mucuna es aprovechada sólo en una de sus facetas, que por cierto de desdeñable no tiene nada: se siembra en algunas plantaciones y conucos para enriquecer y nutrir los suelos, ya que, como toda leguminosa, tiene la propiedad de inocular nitrógeno en cantidad a la tierra, dejándola fértil y rica para la siembra que viene. Esta utilidad es noble y resulta un alivio saber que al menos para eso se esté usando; lo malo es que hay enredaderas de estas en muchas partes (las he visto hace poco en varios caseríos y haciendas de Barinas, en el llano y en la montaña), pero quienes las ven crecer perdieron el impulso ancestral de recogerlas, tostarlas, molerlas y mezclarlas con leche y azúcar o papelón para tomar. Cuando uno viene con toda aquella pose y aquella actitud de tipo sabio y les dice a esas hermosas doñas septuagenarias del campo: "Señora, présteme una paila para poner a tostar estas semillas", casi siempre la señora responde: "Ah, ¿vas a hacer todi?", y le cede a uno la bendita olla con un bostezo y una mirada de lástima. Segundos después termina de soltar la información: "Eso lo preparaba mi mamá hace años, ahora la arrancamos porque ahí en la tierra que dejan crece un maíz muy bueno".
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El todi es apenas una de las muchas leguminosas que, de manera sistematizada, han sido desaparecidas o liquidadas de nuestra memoria colectiva como pueblo. Como muchos de los productos de la tierra que pueden conseguirse gratis (es decir, sin hacer rico ni pobre a nadie) se creó una leyenda oprobiosa a su alrededor para que la gente termine por aborrecerla y considerarla chimba, tierrúa, poco glamorosa o directamente venenosa. Así como puede conseguirse mucuna en cantidad, afinando el ojo y preguntando, pueden conseguirse tapiramas (granos) en una variedad formidable; la parte cruel del cuento es que muchos campesinos ya no comen "de eso" porque es dizque es venenoso. Es verdad que si no se calientan lo suficiente y no se les cambia el agua algunos de estos granos pueden ser tóxicos o quedar muy amargos, pero la solución es tan sencilla como esa que se insinuó arriba: usted las remoja en agua en la noche y les bota el agua en la mañana, o las hierve, les bota el agua y las vuelve a hervir. Ningún secreto; es lo mismo que debe hacerse con los quinchonchos y cualquier otro grano si no queremos inflarnos como un globo.
Yo me precio de ser aprendiz de catabre (esos sujetos que andan por ahí repartiendo semillas a quien quiera sembrarlas o regalarlas a gente que las cuiden, se las coma y me guarde unas cuantas para seguir propagándolas), y en el poquísimo tiempo que tengo en eso han pasado por mis manos unas siete variedades de semillas nativas, orgánicas, sanas, y sobre todo no comerciales porque crecen en enredaderas y es muy difícil mecanizar su cosecha. He visto y difundido entre gente que siembra tapiramas negras, moradas, bayas, manchadas, marrones, blancas (tapirusa o cabelo de ángel) y dos especies de paspasas (negra y marrón), todi en cantidad. Por aquí cargo algunas paspasas y semillas de todi. Si tienes dónde sembrarlas y cuidarlas hasta que den sus frutos, te las regalo.
No creo que eso sea suficiente para  roncarles en la cueva a las semillas comerciales (lentejas, arvejas, caraotas negras, blancas o rojas), esas que son muy populares y vienen hasta el seguegue de venenos, fertilizantes e insecticidas, pero que la gente considera emblemas de la nacionalidad y hacen que uno piense orgulloso, cuando se mete una cucharada de caraotas, "coño, qué venezolano y qué tipo del pueblo soy".
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En Venezuela hay una pujante red de Guardianes o Custodios de Semillas. El año pasado realizaron un encuentro en Monte Carmelo, estado Lara, y allí se tomaron decisiones importantes: http://www.docuven.org.ve/video/178/Guardianes-de-Semillas