sábado, 5 de noviembre de 2011

La barbarie cosmopolita

Cierto discurso interesado y bastante torpe pretende asociar las ideas de progreso, desarrollo y avance a las de urbe, gerente eficiente y confort capitalista. Pudiera bastar con recordar que el capitalismo, para sostenerse, necesita de millones de esclavos y otros tantos excluidos. Las grandes mayorías expoliadas garantizan a una minoría poderosa e implacable el disfrute de recursos y privilegios, y el escenario donde esa relación aberrante ha alcanzado mayores niveles de monstruosidad es en las grandes ciudades, asiento por excelencia de esclavos hacinados y pudientes cosmopolitas.
Pero el análisis no debe detenerse allí, porque tampoco termina allí el macabro discurso-acción de la hegemonía. El bombardeo propagandístico que considera superior a lo que ocurre y se produce en las grandes ciudades, también sugiere que lo que ocurre en los campos y pequeños pueblos de provincia es inferior, balurdo, feo, de mala calidad. No es casual que el adjetivo “folclórico” se haya instalado en el habla común de mucha gente, asociado a lo que el engreído habitante de la urbe considera chimbo y maluco: En muchos círculos ya ganó la idea de que si usted vive en el campo es inferior, menos inteligente, menos avispado; que habla sin propiedad, no conoce de tecnología, no tiene a la mano los servicios y posibilidades que otorga la vida urbana. “Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra” es un dicho que resume en buena medida ese desprecio, esa segregación impuesta, ese mirar por encima del hombro.
De carambola, o tal vez de manera planificada, ha venido a explotarse también en estos años, el rumor sociológico, seudoerudito, según el cual el chavismo ha venido perdiendo terreno (electoralmente) en las principales capitales del país, debido precisamente a ese presunto carácter superior del citadino: Dice este discurso racista y tiránico, que en Maracaibo, Valencia y Caracas, por ejemplo, nunca cuajará un modelo socialista porque ahí la gente “sabe más”, está más enterada de las cosas que suceden en el mundo; es gente estudiada y por lo tanto más analítica y preparada para empujar al país hacia modelos eficientes de gestión y bla, bla, bla. Justo el dato que hacía falta conocer para entender por qué los insultos preferidos del antichavista promedio contra el Presidente y sus seguidores refiere a la idea del salvaje, el animal, el campesino bruto.
Sobre el origen de esa animadversión ya se ha dicho que vivimos en un país urbanizado vertiginosamente a punta de barriles de petróleo. El mito del ser que va a estudiar y a vivir en la urbe en busca de superación y termina yéndole mejor que en el pueblo de donde se largó, ha sido millones de veces rebatido por los hechos, pero todavía se sigue educando a los niños a partir de una novela que dice que la civilización (Santos Luzardo) está destinada a barrer con la barbarie (Doña Bárbara).
Pocos cosmopolitas o aspirantes a serlo se han dado cuenta de que la barbarie no está en el conuco sino en la matanza de personas a balazos en las grandes ciudades, a razón de 150 por semana, y esa ignorancia o ceguera seguirá fortaleciendo el mito de la superioridad del citadino hasta que la historia nos devuelva a la tierra que abandonamos soñando con oro, lujo y plástico.

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