viernes, 24 de enero de 2014

A seis años de la "Plaza del Combatiente Revolucionario", ahora Plaza Fabricio Ojeda


Desde ayer, una plaza de la parroquia 23 de Enero de Caracas, la que queda frente al Rincón del Taxista, lleva el nombre de Fabricio Ojeda.

A causa de un bache informativo y cierta desidia militante, atribuibles a quienes fuimos activistas de una cosa denominada Misión Boves, la mayoría de las personas olvidó o no se enteró de un dato: el 23 de enero de 2008, luego de una asamblea de ciudadanas y ciudadanos, militantes de varios colectivos derribamos y retiramos de esa plaza el busto del genocida Diego de Losada (hasta ese día la plaza llevaba su nombre) y en su lugar colocamos una plancha de granito y en ella una placa que homenajeaba a Sergio Rodríguez, emblema de la juventud combativa sacrificada en la Cuarta República.

La cosa comenzó con la observación simple del camarada Jesús Arteaga: "Hay una plaza y una estatua de Diego de Losada en el Veintitrés. Esa mierda no debería estar ahí, es una ofensa y una humillación histórica". Al día siguiente comenzamos a conspirar y organizar una acción para sacar ese esperpento de allí sin que pareciera un acto vandálico sin contenido político. La idea inicial era que todos los colectivos del 23 de Enero colocaran en esa plaza placas o íconos de sus militantes caídos y convertir la plaza en un paseo o caminería que honrara la memoria de tanto luchador social asesinado. No tuvimos músculo, convocatoria o capacidad militante para aglutinar a todas las voluntades que hacían falta para concretar ese proyecto.
Por cierto que el día y a la hora en que colocábamos la placa de granito develábamos la placa en honor a Sergio los alrededores se empezaron a llenar de policías y soldados. Fresco estaba el recuerdo de los compañeros a quienes encarcelaron por derribar la estatua de Colón en Plaza Venezuela. Nos dijimos entre nosotros: "Bueno hermano, aquí vienen los coñazos". Pero no era para coñacearnos o detenernos que estaban allí los uniformados: estaban allí para resguardarle el paso a alguien que cerca del mediodía pasó por allí, manejando su volkswagen rojo: el comandante Hugo Chávez. Andaba con su hija María Gabriela y no recuerdo con qué funcionario de su gobierno. Pasó para arriba rumbo al acto que presidió ese día en el Cuartel de La Montaña, a pocos metros de allí, y luego para abajo al terminar, rumbo a Miraflores. Lo saludamos, nos saludó: fogonazos que duraron uno o dos segundos.
Luego llevamos la estatua al Instituto del Patrimonio Cultural, para que no fueran a decir que la fundimos para venderla como metal de chatarra, que por cierto era lo que se merecía. La misma asamblea decidió bautizar el lugar como "Plaza del Combatiente Revolucionario".
Seis años después el Gobierno bolivariano rebautiza la plaza, ya formalmente, como "Fabricio Ojeda", cosa que nos parece justiciera. Esto fue lo que hicimos el 23 de enero de 2008 y días previos y posteriores:



sábado, 4 de enero de 2014

Cabañuelas: en Altamira lloverá en abril

Altamira de Cáceres
Hoy fui testigo de un acto mágico del saber ancestral de los pueblos de la tierra: una conversa entre campesinos (montañeses de Altamira de Cáceres) sobre las cabañuelas para este año.

El milenario arte de predecir cuán lluviosos serán los meses del año que comienza tiene muchas variantes en muchos países. Al pueblo judío se le atribuye su origen o al menos la etimología de la palabra que lo designa, pero el caso es que los campesinos de cada región del planeta han desarrollado varias formas distintas de determinar cuándo entrará la temporada de lluvia, qué meses serán secos, etcétera. Yo había oído de un juego de doce granos de sal que deben "leerse" el 31 de diciembre cerca de la medianoche. En la conversa de hoy, el señor Samuel hablaba de un método simple que se ha usado toda la vida en esa montaña, y su resultado parcial es este: abril será un mes lluvioso en el eje Altamira de Cáceres - Calderas, porque el día de hoy, 4 de enero, corresponde en las predicciones al mes 4.
La cosa va así: como los días 1, 2 y 3 de enero no llovió, enero, febrero y marzo serán meses secos en esa región. Mañana, 5 de enero, nos enteraremos de lo que ocurrirá con el clima en mayo; el 6 sabremos si caerá agua en junio, y así hasta llegar al día 12 correspondiente a diciembre y se complete el ciclo de la predicción.
A cualquier habitante de las ciudades esto puede parecerle una pendejada mitad esotérica y mitad chiflada, pero váyanlo sabiendo: a estas predicciones de los campesinos dedicados a la siembra les debemos buena parte del alimento que se consumen en las ciudades. En mi caso personal he decidido entonces estar alerta: ya sé que el café que me he propuesto sembrar en esa zona debe estar en su lugar en el mes de abril, pues es el mes de la entrada de agua. Me lo dijeron hoy las cabañuelas, y ese saber está por encima de lo que diga cualquier cabeza e machete académico, meteorólogo o como se llamen esos tipos que estafan a la gente pretendiendo que les paremos más bolas a los satélites que a los campesinos.
Leer mal las cabañuelas, o no leerlas, puede derivar en un desastre pues las cosechas pueden perderse si se siembra o se recoge a destiempo. Hay que ser campesino para tener la exacta medida del comportamiento de las precipitaciones. A quienes nos dedicamos a consumir lo que otros siembran nos da igual qué mierda va a ocurrir en mayo con las lluvias: si se pierden las cosechas de café, maíz o papas no hay problema: el Gobierno traerá esos rubros importados de otros países. Pero para la gente que vive de la tierra y que, por lo tanto, ha adaptado los ritmos vitales de su vida a los ciclos de los elementos, una equivocación puede derivar en pequeña desgracia familiar.