miércoles, 24 de junio de 2015

El Negro Primero, los poderes marginales y la crisis del "experto"


Un experto es alguien a quien la universidad, la empresa privada o la anuencia de la burguesía le otorgan autorización y licencia para pontificar en determinada área del saber, sin que en la realidad haya hecho o demostrado saber hacer gran cosa al respecto. Los momentos de crisis social son buenos para que, en lugar de estos charlatanes de corbata y diploma, florezca el poder creador del pueblo, que al final es el único que se salva a sí mismo de las dificultades y tragedias.

El momento histórico venezolano anda hirviendo de ejemplos y casos de cómo la creatividad de la gente simple tiende a desplazar toda esa estructura de la sociedad llamada "formal", a la hora de las definiciones y construcciones más importantes. Perversos en algunos casos (el bachaqueo de dimensiones individuales o familiares, las elaboradas formas de estafar que perjudican a los más pobres e indefensos), más o menos inofensivos en otros y francamente gloriosos en la mejor de las situaciones, eso que Aquiles llamó los poderes creadores del pueblo andan sacando a flote las artes de la supervivencia en la actual guerra a gran escala.

Estamos en un punto de la historia idéntico al sabotaje de diciembre 2002-enero 2003, y tal como en ese momento estamos presenciando el resurgir de nuestro talento innato, que suele quedarse adormecido o atrofiado por grandes períodos cuando la abundancia y la aparente calma nos hacen bajar la guardia. Esos períodos en los que pocos se atreven o se sienten empujados a hacer una mesa porque hay con qué comprarla hecha, o se propaga la ilusoria sensación de que el mercado puede resolverlo todo, sin que en realidad las mayorías puedan comprar lo que sobreabunda en los abastois. Pregúntenles a los colombianos pobres qué tan bien les está yendo con esos anaqueles full de comida y productos.

Por cierto que el pueblo colombiano es un ejemplo formidable de cómo la necesidad y la miseria en medio de la prosperidad de su clase empresarial (que es la misma clase política) lo ha convertido en un creador-inventor-productor de manufacturas de alta calidad. El colombiano de a pie es un trabajador incansable y creativo a quien la industria de muchos países ha esclavizado y explotado a mansalva (eso le pasa al que acepta trabajar mucho por poco dinero, o a veces por un plato de comida y la seguridad de no ser deportado), y a quien la industria de su propio país utiliza en una tarea degradante: los colombianos deberían ser reconocidos mundialmente como los insignes creadores que son, y no como productores en serie de imitaciones y falsificaciones, que para eso es que los usan los esclavistas en el poder.

En la Venezuela de grandes masas inmovilizadas en su creatividad por la engañosa comodidad que daba el petróleo se está regenerando lentamente esa capacidad industriosa e inventiva, que en realidad nunca desapareció, pero que había sido relegada a pequeños espacios y a individualidades locales.

Cuento ilustrativo y más o menos personal. Existe en el país un problema evidente con el suministro de piezas y repuestos automotrices, producto de la misma dinámica de estrangulamiento político que está desviando los alimentos a manos de especuladores y contrabandistas. Hace unos meses, al carro en el que me desplazo (epa: no es mío, debo entregarlo cuando me lo pidan) se le averió un misterioso engranaje que mueve la bomba de aceite pero no pertenece a la bomba de aceite, y es movido por la leva, pero tampoco pertenece a la leva. El mecánico me entregó el perolito y con el mismo en la mano anduve recorriendo ventas de repuestos por siete ciudades, y nadie supo darme repuesta ni siquiera de cómo se llamaba.

Llegamos al momento de las nuevas tecnologías aplicadas al comercio: cuando usted va a comprar algo en una venta de repuestos de esas limpias y pulcras, atendidas por "expertos" que saben mucho de una cosa si tienen una computadora a la mano, debe decirle al vendedor al menos cómo se llama lo que va a comprar, porque la información de lo que hay en los inventarios se encuentra en una base de datos y no en la memoria del vendedor. El depósito está en un lado y la taquilla de atención en otro; dígale a quien despacha si lo puede ayudar a conseguir tal cosa y lo verá bostezando o diciéndole de una que no. Porque él, al igual que la computadora, está programado sólo para recordar lo que está catalogado y en orden. Llega entonces el momento de acudir a otro tipo de negocios y a otro tipo de saber: hay que ir al margen, allí donde está el creador y hacedor marginal.

Llego a una de esas tiendas llenas de grasa al igual que el almacén, el vendedor y el lugar donde reparan el carro, y te atiende un señor que al sifrino promedio le parecerá muy grosero. Agarra la pieza, le da vueltas y me dice: "Esta bicha se parece a la rueda que está debajo del distribuidor". Pero este carro es de un modelo que no trae distribuidor. Va y le pregunta a otro, intercambia con él dos palabras; pega un grito desde allá: "Epa, ¿esto es de una camioneta china, de esas Chery? Bueno, anda a una venta de repuestos Hylux, porque ese motor es el mismo y usa los mismos repuestos. Ni se te ocurra decir la marca de la camioneta, dile que es para una Hylux año 98". Eso ya es algo; el marginal al menos se tomó la molestia de pensar un momento y decirme algo que yo no sabía.

Me saltaré dos o tres diligencias más que hice en el mundo formal, donde gobierna el "experto" en carros que nunca ha desarmado un carro ni lo ha visto por dentro, y llegaré al momento en que fui a donde un tornero. El maldito engranaje inexistente es una pieza compleja, de precisión milimétrica, que debe soportar altas temperatura y presión. Todo el mundo me decía que si iba a un tornero iba a salir estafado o con una pieza defectuosa en las manos, que el carro no iba a poder rodar más que unos pocos kilómetros, o que tal vez me iba a destruir otras partes del motor. Pero ya la camioneta tenía dos meses paralizada y decidí acudir a esta medida extrema.

El hombre tenía una cola de gente que también había mandado a hacer repuestos automotrices de esos que "no hay" en las ventas formales. Miró el engranaje por diez segundos y me dijo que sí, cómo no, que él lo podía hacer. Pero que, en vista del gentío que esperaba, la cosa iba a tardar. Le pregunté cuánto; me dijo que 4 días. Me advirtió además que iba a trabajar con hierro colado, porque nadie o poca gente aquí trabaja con aleaciones de acero con otros metales, y que por lo tanto la pieza iba a tener una vida útil limitada. ¿De cuánto es esa vida útil? Tal vez unos 50 mil kilómetros. Era eso o ver la camioneta perderse en un estacionamiento o chivera. 

Existe un país de "expertos", un país que gradúa a cientos de ingenieros todos los años, unos ingenieros inútiles que no son capaces de diseñar una maldita parte automotriz tal vez porque no se sienten capaces (lo que dicen es que este país no les va a pagar los millones que su talento y su dedicación al estudio merecen), y otro país de creadores marginales, señores criminalizados por la propaganda y los miedos burgueses, que han divulgado que son ladrones y piratas; un país de gente que no estudió con libros sino con el hierro en las manos. Uno de estos señores marginales y satanizados puso a rodar el carro que los "expertos" desahuciaron, y por ahí anda comiendo kilómetros de carreteras. Este momento no es el de la crisis del pueblo sino el de la crisis de los expertos.

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En esta hora en que el marginal resurge y resuelve está activado hace rato el país del ser humano que ha construido toda la infraestructura vial, las casas y los edificios, pero es despreciado por el sifrino de apartamento (un apartamento hecho por obreros) porque no tiene un título universitario de arquitecto ni de ingeniero; el país del tecnólogo popular a quien las cúpulas de científicos menosprecian porque nunca ha visto un pulcro laboratorio pero anda reproduciendo peces comestibles en charcos y poncheras; el pueblo comunicador que no estudió periodismo pero anda difundiendo noticias e historias; el país del campesino custodio y reproductor de semillas de quien los tecnócratas se burlan porque no ha entendido la lógica de las grandes plantaciones; el país que entendió que es mentira que hay que ser doctor para poder legislar, hacer política y resolver problemas en dinámicas asamblearias.

Ese pueblo y ese país entra en estos días al Panteón Nacional, hasta ahora depósito de burgueses, aristócratas y engreídos gobernantes comemierdas: el Negro Primero es la encarnación del país marginal y adolorido que les está invadiendo los palacios y templos a quienes se sintieron por siglos los dueños de Venezuela.

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martes, 16 de junio de 2015

El (natural) terror a la naturaleza

Final del "caso acetaminofén": como no pudieron crucificar a la muchacha que les reveló algo que no sabían (hay una planta a la que llaman acetminofén) entonces hay que lapidarla porque, según la inmensa sabiduría de la "clase pensante", esa mata es mala y venenosa (http://www.portalntn24tv.info/noticia/advierten-que-las-maticas-de-acetaminofen-que-propuso-sembrar-candidata-chavista-podria-causar-la-55271 ).

Claro que basta con sentarlos recordándoles que todo en exceso es o puede ser nocivo, pero aquí no aplican la lógica ni la sensatez. Recordar: todo cuanto diga un chavista será criminalizado por el antichavismo. O casi todo; parece que hay chavistas soportables para el fascista promedio. Permítanme dejar para el final, para la post-data, un comentario u observación al respecto.

Que la conclusión del raro y muy gracioso debate sobre el acetaminofén haya llegado por allí, por la demonización casi unánime de la mata, no es algo que haya cobrado forma en esta discusión en particular. Hasta la pobre muchacha que hizo estallar la polémica, Rona del Valle Gómez, retrocedió uno o dos pasos en su propuesta: luego de su hermosísimo gesto, consistente en recomendarle al país que acudiera a una planta que sus viejos y la gente de su pueblo natal (El Socorro) suele consumir para curarse (y vaya usted a saber a cuántos miles de personas ha aliviado) se vio intimidada ante los ridículos pero tormentosos testimonios en contra y terminó dudando de las virtudes de la mata, sólo porque una parranda de güevones disfrazados de doctores se burlaron de ella desde las universidades y las ciudades, donde, como ustedes saben, sí proliferan los sabios en cuestiones de plantas http://www.el-nacional.com/politica/defiende-precandidata-PSUV-sembrar-acetaminofen_0_643735833.html

Decíamos arriba que ese tipo de actitudes tiene un origen muy anterior a esta discusión en particular. Comencemos por el desenlace: la planta llamada acetaminofén, atamel, ibuprofeno, bayer o boldo paraguayo ha sido catalogada como tóxica por una sola razón y es que no ha enriquecido ni empobrecido a nadie. Cuando una farmacéutica cualquier comience a procesar masivamente esta planta y a venderla en forma de cápsula o jarabe con toda seguridad volverá a ser "buena", nadie le tendrá miedo, muchos la comprarán y hablarán de sus virtudes, porque habrá sido tocada por la mano mágica del mercado, que todo lo purifica.

Ejemplo práctico. Muchas ramas maravillosas y comestibles que pueblan las jardineras, aceras, islas y patios de Caracas y otras ciudades han sido reducidas también a la condición de bichos peligrosos sólo porque nadie se ha dedicado a venderlas (y nadie las compraría porque están en todas partes). Agarre usted cualquier trébol que encuentre a su paso (hay tres tipos que sobreabundan en Caracas; usted debe haberlos visto) y cómaselo, con todo y tallo; deguste ese sabor caribe, explosivo, sensual, acidito, y compárelo con las tristes lechugas que le obligan a comprar en el mercado, que no saben a la milésima parte de un coño de nada pero vienen empaquetadas y se ven chéveres, y reflexione acerca de qué ingrediente quedaría mejor en su ensalada, sánduche o arepa.

Ahora vaya a donde uno de esos sabios de la botánica entregada al mercado y pregúntele por qué no recomendar el consumo masivo de esa noble y hasta bonita planta que son los tréboles. Seguramente el sabio le responderá: "No, esa planta no es comestible, porque tiene ácido oxálico". Replíquele usted a ese maldito farsante de universidad por qué recontra mother fucker entonces no hace una campaña en contra del tomate, uno de los alimentos con más ácido oxálido en la naturaleza. La respuesta no se la dará él sino una simple visita a los expendios: ¿usted cree que el sistema de estafadores y estafados que somos sacaría de las estanterías este veneno, que tan caro se compra y se vende? ¿Usted sabe cuántos millones de toneladas de fertilizantes químicos e insecticidas se venden al año para mantener las siembras de tomate? ¿Usted cree que sólo porque el tomate envenene lentamente a las personas va a haber alguien dispuesto a declararle la guerra? Tas loco: que se joda la gente, las ganancias son más importantes.

Otra buena cantidad de plantas contienen sustancias que pueden crear cianuro en el cuerpo y por lo tanto son potencialmente mortales si no se manipulan correctamente. Pregunte por ahí por la yuca. Ahora pregunte cómo y por qué los pueblos kariña, que no fueron a la universidad, inventaron a partir de la yuca hace siglos algo llamado casabe. Y ahora pregunte por qué si la toxicidad de algunas plantas se elimina con tan sólo aplicarle calor existen tantas leguminosas (docenas de tapiramas y frijoles) satanizadas por el mercado, mietras que otras se han impuesto y vendido exitosamente como platos "emblemáticos de la mesa del venezolano", como las caraotas.

Recordar: lo que es gratis y usted puede tener en la jardinera de su casa es malo; lo que se compra y se vende es de pinga, civilizado, chic, guao, o sea. 

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La pobre planta llamada acetaminofén, y millones más, han sido víctimas de un fantasma que comenzó por recorrer la Europa del siglo 19 y que alcanzó dimensiones planetarias aplastantes en el siglo 20; la Revolución Industrial y la creación de megalópolis fueron los puntos de partida de un muy difundido espanto a la naturaleza, de la cual esas ciudades gigantes son la negación.

Cuando el capitalismo y las burguesías nacionales comenzaron a secuestrar masivamente la mano de obra desde el campo hacia las ciudades la propaganda de los secuestradores convenció a millones de personas de que eran los pioneros de un nuevo, avanzado, más limpio, más decente y por lo tanto superior tipo de ciudadanía: un tipo de gente que debía renegar de la condición rural y campesina. Gente que debía dejarle la tarea de sembrar a otra gente rezagada, primitiva y deleznable que se quedó allá en el monte (y culebra). Usted se va a la ciudad y se lleva el impulso y la recomendación de que en ese lugar debe esforzarse para convertirse en gente, en alguien en la vida, y para eso tiene que olvidarse de andar manoseando plantas (para eso las venden en forma de pastillas). Esto, en lo que se refierea las clases medias y pudientes; a los obreros se les confina en lugares "que ellos mismos se buscaron" por no quemarse las pestañas para ser abogados o a médicos.

En la ciudad a usted se le informa en los libros de primaria que el ser humano pertenece a algo llamado "el reino animal". Pero en la propaganda cotidiana, en el bombardeo mediático y en el discurso a flor de labios que nos pone en la cúspide de la pirámide del planeta a causa de nuestro "proceso civilizatorio" (o gracias a Dios, dicen otros) afloran el odio y la fobia al resto de los animales. La mayoría de los insultos en nuestro idioma se refieren a cualidades presuntamente no humanas: burro, cochino, rata, perro, perra, zorra, gusano, víbora, mono, gallina. A alguien extremadamente torpe o ignorante se le suele llamar animal, y al criminal violento se le dice bestia.

En la ciudad a usted se le informa que para que le huela bien la boca debe cepillarse con una cosa llamada pasta dental y que casi siempre sabe a menta; al cabo de unos años usted y su descendencia se burlarán del ignorante de mierda que venga a decirles que la menta es una matica que usted puede tener en una maceta, y no un invento de la Colgate.

En la ciudad a usted se le informa que para que su casa burguesa no huela a gallina ni a pisadas de campesino debe limpiar el piso con una sustancia desinfectante que casi siempre huele a lavanda. Búrlese, escupa, cachetee, métale una patada por el culo al asqueroso campesino iletrado, al repugnante gocho, indio o llanero vulgar y prehistórico que venga a decirle que la lavanda no es una sustancia química inventada por los creadores de Mistolín sino otra planta que usted puede sembrar en cualquier pedazo de tierra o en cualquier pote o envase.

En la ciudad a usted se le informa que su dieta estará incompleta y mal proporcionada si no incluye carne de vaca o de un engendro mutante, a reventar de hormonas, remotamente parecido al pollo (y hasta lo llaman así: pollo). Ríase, considere ridículo, desprecie: cáguese en el bobo sabanetero que venga a decirle que en lugar de depender de esas fuentes perversas de proteínas tenga en el patio o el techo de su casa un gallinero vertical o un tanque con cachamas.

No olvide que usted se fue a la ciudad a ser un señor intelectual o profesional, no un conuquero mierdero que anda por la vida con las uñas llenas de tierra. Pero eso sí: asuma gallardamente su condición de profesional o de intelectual cuando venga la industria a venderle un kilo de carne a mil bolívares o cuando desaparezca la pasta dental para su pulcra boca y la cosa esa que hace que el piso de su casa huela sabroso. La elegancia y el confort tienen un precio. Digo, porque esa ciudad que el capitalismo industrial hizo a la medida de sus gustos exigentes y refinados es bastante confortable, ¿o no?

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Post data. Decía por allá arriba que parece haber chavistas soportables para el fascista promedio, y son aquellos propensos a defender el mercado aunque digan combatirlo. Uno puede entender que haya antichavistas dispuestos a enfrentarnos en todo, a no otorgarnos la razón en nada. Es normal: para algo se es "anti" lo que sea. Así que estas líneas, escritas quizá en un tono no conciliador sino confrontacional (y esto es probablemente un error de método: dicen que al interlocutor hay que endulzarlo y adularlo antes de proponerle una sana conversa, pero yo no sé mucho de eso) están dirigidas sobre todo a los compañeros que, por chavistas, supone uno que captaron del comandante la invitación a construir un planeta distinto, una forma de sociedad que nos salve como especie.

Este artículo está dirigido entonces a los compañeros que, siendo chavistas, discrepan o se burlan abiertamente de todo cuanto sugiera o proponga acercarnos (devolvernos) a la tierra y al trabajo manual, para nosotros y no para un explotador, como una forma de enfrentar algunas llagas del capitalismo. A esos que, a falta de un rótulo más desagradable que estamparnos, no se cansan de llamarnos "conuqueros", con lo cual queda claro, no nuestra inferioridad sino su insólito desprecio clasista y seguramente racista a la gente del campo.

A ellos. Porque lo que es a los otros, hace rato que los perdimos.

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