martes, 29 de diciembre de 2009

Oficio puro - El mototaxista

Este relato es mi regalo de fin de año (y de navidad, para los que creen en esa mierda) para la parranda de coñoemadres que me han deseado mal toda la vida, y a quienes ahora, por fin, alguien en el infierno les ha escuchado sus plegarias.
Salud.


Por cuestiones que tienen que ver con el desempleo y la mamazón (en primer lugar) y con esa atávica inclinación a coger calle y carretera así no tenga excusa para ello, los primeros días de diciembre los invertí, en buena parte, en ganarme unos centavos taxiando. Haciendo carreritas. En una de esas divisé a una amiga en una esquina y me sacó la mano, y la llevé, gustoso. La chama no paraba de preguntarme si no estaba jodiendo, si fue que al verla puse el aviso de taxi para echarle vaina un rato. De verdad-verdad, estaba sorprendida de que "un carajo como yo" (pobre güevón al fin) tuviera que acudir a trámite tan bastardo para ganarse el pan. "¿Tú? ¿Taxista?". Ah buena verga pues.
Lo tomé como un halago (según su punto de vista lo era, lo creo firmemente), y le conté algo en lo que ni siquiera había pensado: no tiene nada de raro o sorprendente que yo sea taxista, porque de hecho ya yo ejercía el oficio desde mucho antes de ejercer el de periodista o me metiera a escritor. Le pregunté a la amiga su año de nacimiento y me respondió 1985. "Pues ve la vaina: antes que tú nacieras ya yo andaba dando pingazos en un mustang 2 puertas y la carrera más barata costaba 10 bolos de los antiguos".
Si a ver vamos, por peso, jerarquía y marcas vitales de la antigüedad, cuando me pregunten por mi oficio o profesión yo debería responder: taxista. Lo que pasa es que esa otra inclinación burguesa a llamarse escritor o periodista, hermano...
La chama se bajó con una cara de conmoción bellísima, y me dijo: "Mira, pero entonces cobra lo que es, una cosa es la amistad etc etc.". La carrerita costaba más o menos 30 bolos. Le dije que eran 60. Se le borró la cara de compasión y puso una de asombro más arrecha todavía que la anterior. La disfruté unos segundos y después la convencí de que aceptara la cola, de pana: cortesía de Perromóvil, su línea de confianza.
***
Ahora, taxistas vergatarios, suicidas, homicidas y jodedores, los mototaxistas. El martes 22 (hace una semana) andaba sin carro y cogí uno en Sabana Grande rumbo al centro. El bicho dobló a 60 por detrás de El Recreo. Juro por mi madre que me puse a pensar en el puente de hierro que forma una joroba por encima de la calle de los hoteles, y en el rolitranco e vergajazo que nos podíamos dar si le caíamos a esa velocidad. Pero la infaltable vocesita interior me dijo: "Nah, tranquilo, este loco sabe lo que está haciendo".
Menos mal que no llegamos al maldito puente, porque por desgracia la vocesita no conocía al bicho y éste no sabía lo que estaba haciendo. Justo una cuadra antes se atravesó un carro y no había forma de esquivarlo. Bueno, el tipo encontró una: pisó el freno mientras la moto seguía directo al obstáculo, se inclinó hacia la izquierda y se lanzó al pavimento. La moto rodó bello como diez o quince metros más, encima de mi pierna izquierda. Más de uno de ustedes debe haber disfrutado esa sensación: cuando la pierna se dobla sobre su eje, se retuerce como cuando uno exprime una toalla para medio secarla, y no hay dolor. Se siente como de goma. Hasta que caes, verificas que está vivo pero no te puedes parar, y empieza la interesantísima batalla interna en la cual te debates entre pedirle ayuda a todo el mundo y tratar de no dar lástima.
Solidaridad no faltó (velocidad sí, porque estuve ahí acostado una hora esperando una ambulancia): me prestaron un teléfono para llamar a dos o tres panas de los que resuelven, me arrastraron hacia el borde de la calle para que mi repugnante cuerpo no rejodiera más el tráfico capitalino, y el mototaxista estaba de lo más amable (e ileso: no se rasguñó ni la ropa ese mamagüevo) y pendiente de mi estado físico. Qué solidario ese tipo, camarada, qué atento, qué amabilidad, qué cuidado en no rozarme mi pie, que a estas alturas estaba mirando así como pa atrás.
Cuando ya estaba preguntándome cómo era que ese carajo se veía más preocupado y atento que mis panas, se acercó un fiscal de tránsito y me resolvió el enigma: me preguntó si iba a levantar cargos contra el motorizado, porque como había un lesionado y tal el caso tenía que ir a Fiscalía. Le miré la cara al tipo, miré la aglomeración de motorizados alrededor, le escuché el argumento apagado al mío: "Me van a quitar la moto". Y también recordé que hace unos años hice el papel (la voz) de un fiscal de tránsito en la versión Hip Hop de El Motorizado, con María Rivas y los Vagos y Maleantes (el Nigga y el Budú):



Ser fiscal es ser pajúo. Decidí dejarlo de ese tamaño. Inventé una mentira: "No compa, a mí me jodió fue un carro que se dio a la fuga". El fiscal le dijo al motorizado "Te salvaste, rata".
El momento en que un bombero me torció el pie a lo arrecho para ponerlo en su sitio (en el tobillo fracturado y salido de su sitio) me duele todavía, y además si lo cuento ustedes van a pensar que estoy tratando de dármelas de héroe y vaina (y además la pinga, tendré que contar que no recuerdo haber gritado de esa manera desde que era muy muy chamo, y eso no es bueno pal prestigio) así que lo dejamos hasta ahí y saltamos al final: me operaron para meterme una ración de tornillos y la respectiva placa de titanio, y un alambre en un dedo para corregir otra fractura. Todo esto en el lado izquierdo. Así que ando derechista por la vida, e inmovilizado un rato.
Fuera de la calle, pero activo aquí adentro. Lo cual no está mal: las carreritas, viajes y mudanzas al interior.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Radio Carora, la nostalgia y la niñez que se fue

Hace como cinco años años el pana y paisano caroreño Edgar Vargas perpetró un atentado contra mi cajón de nostalgia. Me regaló un CD llamado "50 años en una hora", una recopilación de los momentos, jingles, promociones y música que le dieron personalidad a Radio Carora. Yo, la verdad, guardé el CD porque no terminaba de interesarme, no le veía la gracia al cuento. Además, uno tocado de la respectiva coraza política me dejaba llevar por un dato amargo: esa radio era (y sigue siendo) la voz de la godarria, de los ricos de Carora, de una renombrada casta de racistas, del enemigo. Y a esa gente no hay que hacerle concesiones. Hasta que un domingo me puse a escuchar el maldito CD, y me jodí. Tan sencillo como eso. Me volvió mierda.
Ah, pero yo no podía quedarme solo con esa vaina atrevesada en la garganta, así que cogí un editor de sonido, hice una selección de poco más de cinco minutos de la grabación, y se la mandé a un grupo de panas caroreños, casi todos residentes en otras ciudades y países. Subo aquí ahora el archivo de sonido, y más abajo el texto que les mandé a los panas.
Si usted no nació o vivió en Carora en los años 70 seguramente la grabación no le dirá nada. Tal vez sí la reflexión, porque la nostalgia fabricada a punta de radio es un síndrome universal. Todos llevamos nuestra Radio Carora encima, adentro, incrustada como un software en la memoria o disco no tan duro:

Alexis, Rafael Pompilio, Edgar, Luis; demás compas caroreños y/o larenses: allí les anexo un archivo de sonido. Una grabación de cinco minutos y pico que les pido (por favor, de pana) que escuchen. Después les paso los créditos debidos. Les explico de qué se trata.

El hermano Edgar Vargas me regaló el año pasado un CD del cual sólo quiero decir por ahora que me dio en la madre. O sea, me escoñetó anímicamente. Es decir: cuando me instalé a escucharlo me puse a pensar, con las bolas en la garganta, en las coñoemadrísimas trampas que nos tiende la memoria, o mejor dicho: la aparición súbita de los recuerdos después de un tiempo de haber olvidado. La infancia es una vaina que uno almacena en ciertas gavetas; cuando éstas se abren inevitablemente nos pasa la consabida película frente a los ojos y retumba la frase: "Maldita sea, ¿cuándo se me fue la niñez?". O bien: "Qué jodido estaba todo en aquellos tiempos", tras lo cual uno termina recordando a la miseria con ternura y agradecimiento, porque esto que es uno hoy se lo debe a las coñazones de aquellos días.

A lo mejor muchos de ustedes escuchaban Radio Juventud, Radio Universo o Cristal; quizá Rafael Pompilio no escuchaba radio porque hacía su propia música. Si es así estoy frito y solo con esta mierda, pero igual corro el riesgo, que no se diga que no intenté compartirla.

El punto es que ayer agarré el CD que me dio el pana Edgar, me puse a hacerle cortes y ediciones con un editor de sonido e hice una selección de los momentos que me parecieron más "fuertes" del disco. "Fuertes" porque, en mi caso, me agarran y me trasladan sin escalas a la Carora de los años 70. Allá se quedó la niñez de este animal caraqueñizado; allá debo ir a rescatarla.

Yo no sé si estos ejercicios son buenos o malos. Algo me dice que buenos no son, visto el "efecto RCTV": esa cuerda de bichos que nos moldearon, jurungaron y mediatizaron los afectos y después quisieron cobrárnoslo. Un pana me decía hace poco que la nostalgia es una debilidad pequeñoburguesa y "una traición al proceso", porque le hace concesiones al país que debemos dejar atrás. Si el compa tiene razón, pues aquí perpetro esa traición con gusto. El futuro soporta correcciones y disculpas; la niñez, jamás.

Vaya compas, échenle un oído a eso. Y si quieren lo comentan; así sea para decirme que el ejercicio no les dice nada.

pd: Pompilio: en el último minuto de la grabación aparece un J.T. Santeliz que es, con casi toda seguridad, familiar tuyo. Es el que recita: "¡Salve, Carora invicta!" ¿Nos confirmas eso?

jueves, 3 de diciembre de 2009

Tamunangue en La Primavera (estado Lara)

Matilde Mendoza le paga un tamunangue cada año a San Antonio de Padua. La ceremonia tiene lugar casi siempre en casa de su mamá, Teresa, allá en el caserío La Primavera, en las montañas del estado Lara. El grupo encargado de interpretar los "sones de negros" es Los Camacaro, gente de allá mismo de Guarico (no "Guárico" sino Guarico; observación para descuidados).
Teresa cumplió 81 años unos días antes del tamunangue de este año, y ahí la verán bailando como ya quisiera hacerlo una chama de 25. Ocurrió el 19 de octubre. Entre cerveza y cerveza les hice estos videítos: