martes, 26 de febrero de 2013

Que se aparten los especialistas. El pueblo debe contar su historia


El 18 de febrero se cumplieron 30 años del “Viernes Negro”. Ahora, 24 años del Sacudón (mal llamado Caracazo, ya que todo comenzó en Guarenas y no en Caracas). El año 1983 es un antecedente importante de 1989. El primero fue el año de quiebre entre la Venezuela de la abundancia (para las clases privilegiadas) y la Venezuela del aterrizaje en la cochina realidad; el segundo, es el año de quiebre entre la Venezuela expoliada y la Venezuela en rebelión. 1989 no se comprende sin escudriñar 1983.
Para unos cuantos venezolanos esos episodios (Viernes Negro y Sacudón-27 de febrero) constituyen referencias claras, porque muchos los vivimos y tuvimos conciencia política del momento. Sabíamos lo que sucedía o teníamos al menos una vaga noción de ello. Pero hay una generación escasamente informada (o totalmente desinformada) al respecto. Voy a dividir los datos, extraídos de una búsqueda simple en la página del Instituto Nacional de Estadísticas:

  • Los venezolanos que hoy tienen entre 20 y 39 años (11.740.178 del total de 28 millones que somos) no habían nacido, acababan de nacer o eran muy jóvenes para entender desde su ocurrencia el alcance, la importancia y el dramatismo de aquellos hechos.
  • Más de 9 millones tienen 14 años o menos.
  • Es decir: existen más de 20 millones de venezolanos para quienes eso del Sacudón o Caracazo, eso del Viernes Negro y eso de los crímenes y genocidios del Estado adeco, son historia antigua que es mejor borrar de la memoria o tal vez fantasías de comunistas. Fantasías que tal vez Globovisión ayude a explicar “mejor”, o a manipular y retorcer a su antojo.
  • Un venezolano que hoy tiene 35 años, tenía 5 años en 1983 y 11 años en 1989. Es probable que recuerde los eventos del 89, pero puede decirse que no VIVIÓ lo que significó aquella rebelión ahogada en sangre. Un muchacho de 11 años está pendiente de resolver o vivir cosas muy importantes para un ser humano (la escuela, los síntomas de la preadolescencia; poco más que eso) pero no está pendiente del país, la política o la historia en desarrollo. A quienes eran así de jóvenes se les está tratando de ocultar hoy quiénes fueron los culpables de aquellas desgracias. Ahora, muchos de los responsables de esas desgracias o sus herederos políticos quieren regresar al control del Estado.

Me empecé a dar cuenta de lo dramático de esta situación hace poco, escuchando a ese monumento a la estupidez llamado Carla Angola: la tipa le decía a uno de esos imbéciles “dirigentes estudiantiles” de la derecha que el empeño chavista en recordar los atentados a la verdad por parte de los periodistas en 2002-2003; ese recordar del golpe de Estado y ese constante rememorar el sabotaje petrolero, son “un fastidio”. Y es fácil creer que sus interlocutores lo aceptan: esos muchachos que hoy tienen 18 tenían 8 ó 9 en 2002-2003 y tal vez les importa poco lo que pasó en aquellos años (ya sus padres se lo contaron como les dio la gana).
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De allí la importancia de volver siempre sobre la Historia. O mejor: de renovar y refrescar la relación del ciudadano con su Historia. En las escuelas debería haber una materia o cátedra llamada Historia del Pueblo de Venezuela: todos sabemos o creemos saber qué hicieron los “grandes hombres”, pero casi nunca sabemos del valor del anciano que vive a nuestro lado. De ese anciano que se llevará sus recuerdos a la tumba. Pero (este pero quisiera que se viera enorme, desafiante por concluyente):

PERO YA ESTÁ BUENO DE "ANALISTAS"
Y "ESPECIALISTAS"

En un tiempo que queremos galvanizar en la memoria colectiva como el del protagonismo del pueblo va siendo hora de que la gente le cuente a la gente su vivencia. ¿Gente? Cierto: hay que especificar y aclarar: es una perversión que sólo quienes chapean con títulos de historiador, sociólogo, sicólogo y demás ólogos hayan sido ungidos como los autorizados para explicar qué sucedió o sucede en el país. La tarea de contarnos no debe ser tarea de ilustres académicos hablabonito que el día del peo estaban guardados en sus quintas de El Cafetal o en sus apartacos de Bello Monte. Cosa triste: uno pudiera creer que los antichavistas son los únicos en segregar y despreciar el decir del pueblo humilde y sin formación académica, pero resulta que entre nosotros, dentro del chavismo, también hemos conformado la respectiva corte de declaradores de clase media que pretenden ser especialistas en riquimbili sin haber visto nunca una riquimbili.
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Paréntesis. Hace unas semanas, un gringo mamagüevo nombrado Jon Lee Anderson (un intelectual muy adulado entre la sifrinería académica escuálida y chavista por igual; al final en esos gremios de tragalibros todos terminan cayéndose a besos) escribió un mamotreto titulado "El Poder y la Torre" (http://prodavinci.com/2013/01/28/ciudad/el-poder-y-la-torre-por-jon-lee-anderson/), un intento tan eficiente como puerco, muy bien escrito y muy hijo de la gran puta, destinado a convencer a la gente de algunas vainitas de este color:

  • Que la Venezuela de 1983 era modelo de desarrollo y democracia, porque entonces se inauguraron el metro y el Teatro Teresa Carreño;
  • Que la Torre Confinanzas (ahora la llaman "Torre de David"), ubicada frente al elevado de la avenida Andrés Bello de Caracas, es una maqueta fiel y exacta de Venezuela, porque tanto en la torre como en el país gobernamos los malandros, los criminales y los feos. No ellos, los lindos niños que estudiaron en Oxford. Pues resulta que NAOU, men: en Venezuela gobierna el lumpen.
  • Que el escritor y periodista Jon Lee Anderson sabe más que cualquier habitante de San Agustín (barrio del que dice esto: "...puede verse la basura rodando entre pendientes fangosas, un laberinto de ranchos y callejones mugrientos. Me dijeron que no me bajase en la cima, para evitar el riesgo de ser asaltado") que Venezuela está hecha mierda, y por lo tanto los habitantes de San Agustín son unos subnormales. Si Jon Lee viviera en San Agustín votaría contra Chávez, y en cambio esos negros del coño votan por el tipo que no les ha ido a recoger la basura de sus "callejones mugrientos". Ah, pero ve tú: Jon Lee no se baja en San AGustín porque saldría violado.
Las reacciones a este artículo fueron casi inexistentes del lado del chavismo. Pero del lado del antichavismo los comentarios fueron más o menos en esta tónica: "Qué terrible realidad y qué valiente Jon Lee. Gracias Jon Lee, por mostrarnos este país corrompido".
Pero de bolas que se entiende: el antichavismo sifrino (tal vez no el pueblo pobre antichavista, que es otra cosa) es un conglomerado de mamagüevos que no conocen al país y por eso lo desprecian, y basta que venga un gringo pajúo a retratarles el país dantesco que ellos quieren creer que existe, para que crean que eso que narra el Lee es la verdad. Incapacitados por el miedo a conocer a Venezuela  (¿o no fue un sifrino el que le recomendó no ir para San Agustín?) y a hablar con la gente a ver por qué sale en masa a darle amor a Chávez, prefieren comprarle su maldito reportaje al Jon Lee.
Repito: que así se porten los escuálidos es entendible. Pero ¿no estaremos haciendo nosotros lo mismo, al poner a Román Chalbaud a contar una versión de un Caracazo que él seguramente "vivió" debajo de la cama de algún hotel en Aruba?
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Los muchachos deben enterarse, por boca de los menos jóvenes que protagonizaron o al menos presenciaron en vivo la magnitud del vuelco histórico, de cuáles eran los signos perceptibles en la sociedad. Bueno, sí va, arréchense si quieren: el señor Gustavo Menoni, habitante de La Cañada, sabe lo que es un asesinato múltiple a manos de la policía, porque él lo vio en el estacionamienbto del bloque donde vivía en el 23 de Enero; el señor Luis Britto García no sabe un coño de eso, pero es Britto y no Menoni quien sale cada 5 minutos a hablar vergas por televisión.
Aporte personal: hace ya un rato me he estado negando a aparecer en televisión o a participar en foros. No porque no haya vivido de cerca o desde adentro algunos eventos graves, sino porque ya dije al respecto lo que tenía que decir y es una recontrasoberanísima estupidez que siempre inviten a la misma docena de "especialistas" a decir las mismas vergas cada año, cuando si de algo debe estar orgulloso este pueblo es de la cantidad de gente que habla sabroso en esos barrios y campos, pero que nunca serán llamados especialistas.

Artículo referencial:

Otro:


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Ya antes hablábamos de los recuerdos que revelan cierta perversidad relacionada con la fecha 23 de Enero. Fecha que nos han vendido como “de júbilo”. Se nos ha dicho que el 23 el pueblo salió a celebrar “jubiloso” en las calles la caída de la dictadura de Pérez Jiménez. Nosotros no recordamos lo que realmente sucedió, así que lo aceptamos porque nos lo dijeron.
Pero casi nunca se nos recuerda, por ejemplo, que el día 23 de Enero los adecos y copeyanos estimularon a las masas enfurecidas para que linchara a los funcionarios del régimen que caía. Muchos policías y empleados públicos fueron degollados y despedazados en las calles, bajo la acusación de ser “esbirros”. Esos mismos que aprovecharon la rabia del pueblo para ejecutar su venganza de clase política de manera sangrienta fueron desalojados del poder hace 14 años y nadie les ha tocado un cabello. Cierto es que parte del castigo vino solo, a base de olvido: nadie recuerda que personajes tan repulsivos como el Consalvi, el Ciliberto y el Morales Bello fueron presos políticos, que fueron torturados en los 50. De nada les valió que quisieran usar ese pasado para tratar de obtener aunque sea una sonrisa, un aplauso o unas migajas de respeto. La historia los desalojó para siempre de los afectos del pueblo, y vaya que ha sido barato el castigo, en comparación con el daño espantoso que le ocasionaron a la sociedad a su paso por el control del Estado.
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Para cerrar, y para que quede claro. Ya está bueno de que los mismos opinadores y "analistas" hablemos en los foros y programas de TV sobre estos acontecimientos. No sólo porque uno al final no es especialista en nada, sino porque:

1) Ya los opinadores habituales contamos y dijimos lo que teníamos que decir y contar.
2) Hay que buscar a otras vocerías, al pueblo profundo que siempre ha sido silenciado, para que sean sus echadores de cuentos los que narren lo narrable.
3) Debemos borrar de una vez por todas el precedente del sujeto de verbo entrenado para los auditorios, que a causa de la excelencia de su lengüeteo pareciera ser el dueño de la verdad.

No me inviten para esas vergas, pero si quieren que les colabore puedo darles contactos de gente de los barrios y pueblos que nunca ha hablado en TV, y que de pronto puede soltar algún por ahora monumental. Los hay en todas partes. Sólo hay que buscarlos y caerles.

jueves, 14 de febrero de 2013

El Tigre de Matanegra: la humildad y la leyenda

La actual generación de venezolanos es afortunada. No están tan lejanos los tiempos en que comenzó a masificarse una de las expresiones musicales más poderosas de nuestro pueblo: la música llanera, tal como la conocemos, adquirió forma, cuerpo y espíritu en las manos y en la garganta de caballeros que todavía andan por allí contando y cantando su gesta, su hazaña, su batalla por la cultura de un país. Así que los venezolanos vivientes podemos encontrar testimonios vivos de cómo fueron los inicios, o al menos la transición entre las formas originarias y las actuales de esta expresión.
Presentar desde esta perspectiva la metáfora llamada Jesús Quintero, El Tigre de Matanegra, es hacerle honor a un país noble que nos arrebataron antes de poderlo construir completo. A este tipo de hombres-símbolo de nuestra cultura es bueno ubicarlos en su exacta dimensión y mostrarlos en su contexto histórico.


Hace unos días tuve el honor de conocerlo, en conversa enriquecida por el andar barinés de Leonardo Ruiz Tirado y Ramón Arroyo. De ese breve encuentro me quedaron unas cuantas sensaciones y mucha información, pero rescato la metáfora esencial: El Tigre de Matanegra representa el ser humano sencillo y honesto, nacido en Venezuela, a quien una élite sometió a exclusión y a olvido, pero que nomás despuntar Chávez en el horizonte: “Se nos abrieron los ojos” (palabras del cantor). La historia de este caballero básicamente es la de un pueblo.

Grande y sencillo

Nació Jesús Quintero en 1943 en Camachero, cerca de Santa Bárbara de Barinas y del caserío que después le dio nombre artístico. Hijo y sobrino de músicos y cantantes, fue testigo de unos cuantos momentos y eventos extraordinarios, aunque no lo parezcan. De niño iba a las fiestas y veía a sus tíos tocar unas bandolas de las antiguas, “unas bichas chiquiticas, no como las culonas de ahora, que se empezaron a ver fue cuando Anselmo López empezó a tocar”. Con esas bandolas, los cuatros y las maracas se armaba el joropo en ese tiempo (años 40 y 50). A los 12 años de edad, ya muerto su papá, lo captó un señor llamado Bernabé Márquez, nativo de Pregonero (“¡qué viejo  pa cantar bonito, y nunca grabó!”, recuerda el Tigre) y me decía “Ven acá Silvanito (Silvano se llamaba mi papá), no tenga miedo. Usted va a ser cantante, usted tiene una voz muy buena”, me decía, y me ponía a cantar con él. Y verdad fue”.
Un día se enteró de que en Santa Bárbara iba a presentarse Juan de los Santos Contreras, “El Carrao de Palmarito”; recuerda que fue cuando tenía unos 12 años de edad, así que debió ser en el año 1955. Al llegar presenció algo prodigioso: la primera arpa que vio en su vida. La ejecutaba Luis Reyes, quien todavía vive. De pronto la gente comenzó a pedirle al joven Jesús que se montara en la tarima para contrapuntear con El Carrao, y como el muchacho no se movía un hombre del pueblo lo cargó y lo montó en la tarima como un gallo. “Las piernas me temblaban”, cuenta Jesús. El Carrao no aceptó cantar con él pero lo dejó cantar solo algunas de sus piezas. “Cuando terminé de cantar me dio la mano y me dijo: ‘Lo felicito, usted tiene una gran voz, un gran oído, échele bolas que usted va a ser alguien en el canto algún día’”.
Uno escucha las canciones del Tigre de Matanegra, oye tanta historia y de pronto se encara con la leyenda viviente. Al detallar al caballero en toda su sencillez, con toda aquella profunda simpleza del veguero, y comienza a dar con la clave, que por cierto no es ningún misterio: el héroe genuino, el ídolo, el símbolo que perdura, es el que nunca pierde el apego a la tierra ni a la gente humilde. Sólo la gente del pueblo reconoce al pueblo en sus códigos, con sólo mirarle la cara y los gestos.

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“A nosotros los pelabolas nos enseñaron fue a votar. Yo votaba por Copei porque mis papás eran copeyanos, pero nunca viví de eso”, confiesa con esa honradez que se ve tan poco en estos días. “Además Rafael Caldera era un pretencioso. Una vez nos llevaron a cantarle en una finca por Pedraza, el hombre estaba ahí cerquitica de nosotros y ni siquiera nos miró”. Momento oportuno para preguntarle cuándo despertó a la política, cuándo se interesó en ese ámbito. “Lo mío empezó con Chávez”, dice.
Tenía 49 años cuando, la madrugada del 4 de febrero de 1992, presenció con su mujer el “Por ahora” por televisión. Yo le dije a mi mujer estas palabras: “A este hombre lo van a meter preso y no va a salir más nunca, pobrecito. Pero si sale y se mete en la política yo voto por él”. Comprobación de la clave: esos pocos segundos le bastaron para reconocer en aquel muchacho al compañero de miserias y de sangre, lo opuesto a aquel engreído empaltosao, el primer presidente que vio en persona sólo para recibir su desprecio.
El despertar del que habla Jesús Quintero se manifiesta de varias formas. “Imagínate que yo creía que en Cuba se comían la gente, que ese hombre de allá era muy malo. Yo sentía miedo por los cubanos. Con Chávez se descubrió que todo eso era mentira. Yo fui a cuba a llevar a un primo que estaba enfermo, estuve 15 días allá. Esa gente es buena”.
La Casa de la Cultura de Santa Bárbara de Barinas lleva el nombre y el apodo del cantante, uno de los más importantes de la canta llanera. Aquel muchacho a quien le temblaban las piernas al enfrentarse a quien representó al Diablo en la copla recogida y reinventada por Alberto Arvelo Torrealba. Ese que venció aquellos miedos para convertirse en este emblema.