Foto familiar de Segundo Rangel |
Le sobreviven su esposa Matilde García, cinco hijos y siete nietos. Cuando le preguntamos a Matilde si con Segundo se marcharon para siempre los secretos de la destilación del clarito y el “amorcito” (una mezcla o maceración del callejonero con varias ramas y raíces), ella responde con energía: “Pero si fue mi mamá la que nos enseñó a hacer miche, ¿cómo voy a dejar de hacerlo ahora?”.
Las persecuciones de antes
y los homenajes de ahora
Segundo nació y se crió en el sector La Aguada, en las afueras de Calderas. Hace 33 años decidió llevarse a vivir con él a Matilde, quien tenía 14, y comenzaron a levantar su familia en la casa que ocupó toda la vida y que todavía ocupan los suyos, junto al puente de La Bellaca. Allí se dedicaron a la agricultura y a la producción artesanal de las variedades del aguardiente emblemático de Los Andes.
Matilde recuerda la época dura en que esta práctica era perseguida y fichada como si fuera una actividad criminal. “La gente que se dedicaba a esto iba presa y tenía que pagar multas. Más de una vez nos tocó salir corriendo y pasar la noche en el monte, porque la Guardia Nacional nos llegaba y desmontaba el alambique”.
Matilde García, quien continuará destilando
y vendiendo el miche.
Aquí, acompañada de hija y nieta
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Segundo Rangel consideraba el lugar de destilación un sitio secreto que no podía ser visto ni visitado por cualquier visitante, sólo su familia tenía acceso a ese santuario. Cada vez que uno le preguntaba por la receta del “amorcito” Segundo agregaba o quitaba ingredientes: Palo de Arco, cabeza de caribe molida, mistela, etcétera. Matilde, más abierta o menos misteriosa, nos invitó a pasar sin mayor problema y allí pudimos ver el fogón, las pailas, el sistema de condensación donde se enfría el vapor en el serpentín. Ella continuará destilando entonces el fragante y muy solicitado miche callejonero. De eso seguirá viviendo su familia.
Al despedirnos Matilde comenta: “Lo que son las cosas: cuando se murió Segundo por aquí vinieron unos Guardias. Pero no a meternos presos sino a darnos el pésame, y a decirnos: Sigan destilando, ese miche es el mejor”.
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