Emma y su nieto Luis Alejandro |
Se sube desde La Soledad por la cuesta que da hacia el sur;
alejándose unos 100 metros de la carretera nacional se llega a la antigua casa
donde levantaron su familia y su patrimonio Domingo Alarcón y Casimira Rondón,
una robusta construcción de tapia y bahareque que todavía, a pesar del
semiabandono, luce fuerte y señorial.
Detrás del caserón hay un conuco donde Emma Sánchez Alarcón
y su nuera Rosa María Briceño mantienen viva la producción de yuca, ají y otras
verduras y hortalizas, y por allá al fondo, en un rancho que pareciera una
construcción de segunda, está el patriarca, el objeto central de toda una
historia familiar y local: el viejo trapiche, que por muchas décadas llenó de
panela, guarapo y melcocha toda esta zona del piedemonte.
Esta unidad de producción se encuentra inactiva desde hace
más de una década, pero ya se están haciendo las gestiones para ponerla a
funcionar nuevamente.
Emma Sánchez Alarcón relata dato por dato y nombre por
nombre el árbol genealógico del viejo trapiche de bueyes, que es el mismo árbol
de su familia: su abuelo Espíritu Alarcón le encomendó el terreno a su hijo
Domingo para que fuera a talar y a levantar su propiedad cuando éste decidió
irse a vivir con Casimira. Así que en los años 30 del siglo 20 Domingo levantó
el potrero, la casa y el trapiche, y desarrolló la siembra original de caña de
azúcar. Este sembradío, que hace 15 años ocupaba 2 hectáreas, fue arrasado por
un incendio y este accidente paralizó las actividades del trapiche.
Emma recuerda el trabajo rudo para poner a girar el
mecanismo de moler con pura tracción a sangre (la fuerza de las bestias), la
faena pesada que significaba esa tarea tan aparentemente simple de moler caña
para sacar los productos. “La máquina se le compró en Altamira a Cristóbal
Rivas, quien se la trajo de Valera a Anselmo, hermano de Domingo. Cuando se
molía había trabajo para un parrillero, un fondero, un prensador y un arriero;
éste era el que ponía a girar a los bueyes. Una vez se desnucó uno de esos
animales; ese era un trabajo fuerte”.
Por tratarse de una industria familiar lo ideal sería que
hubiera en la familia continuadores, y sí los hay: por allí anda Luis
Alejandro, nieto de Emma e hijo de Orángel Peña y Rosa Briceño, que a sus 12
años observa con interés y curiosidad los viejos objetos y presta atención a su
historia.
Aunque están inactivos allí todavía pueden verse todos los
implementos usados para procesar las panelas de papelón y otros productos: los
calderos, la parrilla, la canoa de batir, las paletas y moldes. Emma y su
familia están haciendo gestiones ante la Comuna y el Consejo Federal de
Gobiernopara volver a poner a funcionar este trapiche, objeto patrimonial de La
Soledad.
La canoa de batir, y sobre ella los restos de un caldero |
El sistema de calderos, donde se calienta en diversas fases el jugo de la caña |
Fogón de piedra remozado después con ladrillos |
plano general de la cocina |
Luis Alejandro manipulando los moldes de donde salieron miles de panelas de papelón |
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