lunes, 4 de enero de 2021

Raíz de mato (reposición)

Natividad Canelón, mi mamá, es una palabrera nata, cuentacuentos, conocedora de caminos, personas, animales, montes y yerbas de las que curan y las que matan; descendiente de encantadores y fantasmas, dueña, además y por todo lo anterior, de una chispa para el relato oral que ya quisiera yo (aunque sea prestada) para el relato escrito. Ya antes he reseñado algo de su origen y de su magia:

Esta última vez la excusa fue que logré grabar en video su relato oral de una guerra de especies, que se repite seguramente miles de veces a la semana o al día en los montes de América, pero que no todo el mundo ha tenido el honor o el espanto de presenciar en persona. Se lo había oído antes y tuve la ocurrencia o el tino de escribir una versión escrita de ese testimonio (revista Épale Ccs, julio de 2017). Aprovechando el inicio de este nuevo año le pedí que me volviera a regalar esa narración (estos malos hijos, siempre utilizando a sus viejas, pidiéndoles los cuentos y arrullos que los tranquilizan).

Les debo el video completo; esta es apenas mi excusa para reanudar las publicaciones de este blog, interrumpidas en 2018.

Dice el cuento (mi versión escrita):

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Abunda en Venezuela un reptil robusto, lagarto espectacular que el ojo no entrenado pudiera confundir con una iguana. Lo llaman mato de agua y también mato huevero, por su inclinación gastronómica a los huevos de las criaturas que dejan solos sus nidos. También se come algunos animales pequeños. Por ejemplo, a las mapanares recién nacidas o muy jóvenes.
La mapanare es otro reptil que abunda en Venezuela, tiene un mal humor del coñísimo (es la serpiente que más gente ataca y mata en toda América), sobre todo cuando alguien se mete con sus hijos. El conflicto ancestral de mato versus mapanare produce enfrentamientos y situaciones insólitas.
Cuando un mato y una mapanare adulta se encuentran comienza la danza de la muerte. La culebra ataca, el lagarto esquiva, a veces agarra a la culebra (ventajas de tener manos) y le mete unos mordiscos que rompen, desgarran, pero no es fácil inmovilizar a una culebra en actitud de ataque. En algún momento de la batalla el lagarto se agota, pierde energía y velocidad y entonces la mapanare lo muerde. Los pertrechos de la mapanare contienen de 1,5 a 3 mililitros de un veneno potente y corrosivo que le ha dado el sobrenombre a la serpiente en algunos países: pudridora. La mapanare te muerde y en 4 minutos ya tienes muerto y ennegrecido el tejido del miembro donde te mordió. Si ese líquido destructor llega a penetrar el flujo sanguíneo queda poco por hacer. Medio mililitro de esa toxina basta para matar por asfixia y necrosis múltiple a un ser humano de 95 kilos o menos. El lagarto no llega a pesar nunca 3 kilos. Pero cuando la culebra lo muerde no termina la pelea: ahora es cuando comienza.
El mato ha recibido una dosis mortal para cualquier ser que no tenga al alcance un laboratorio que le proporcione suero antiofídico. Pero resulta que el mato tiene uno, y lo tiene bien cerca por cierto (güevón que fuera, para ponerse a pelear con una loca de esas lejos de su farmacia). El mato abandona la pelea y va a buscar una planta que el saber popular ha llamado raíz de mato. Escarba, muerde la raíz y se chupa un jugo amargo que contrarresta el efecto del veneno. Espera unos minutos; la culebra está allá aguardando por el segundo round de la pelea. El lagarto regresa recuperado y se reanuda el combate. Vuelve a producirse la coreografía mortal; la culebra es mordida y, al cabo de un rato, el lagarto también. Corre de nuevo el mato tras su elíxir de la vida, la serpiente espera engrinchada pero paciente, inmutable en su furia; la pulsión de muerte permanece en su sangre, como hielo en el hielo. Esa frase no es mía, maldita sea; la escribió Gustavo Díaz Solís.
La escena se repite varias veces. La norma es que triunfe el mato y despedace a la mapanare, pero a veces el cuerpo del lagarto no resiste y la culebra destruye al asesino de sus hijos.
La raíz de mato es usada ancestralmente como antídoto contra las mordidas de animales ponzoñosos por varios pueblos de la tierra. La llaman de varias formas según los países y culturas. Y así se llama un pueblo ubicado allá donde Barlovento empieza a flirtear con los confines del Waraira Repano.

 

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