miércoles, 12 de diciembre de 2018

Rayo: la tumba del fascismo

Las pancartas-consigna de la barra del Rayo
Vallecas (o Vallekas, como también se escribe, porque al pueblo le da la gana de que así se escriba) es, en principio y al menos para efectos de esta crónica, un barrio obrero, comecandela, contestatario y transgresor de las afueras de Madrid. Los caraqueños pudieran compararlo, para hacer ilustrativo su temperamento, con el 23 de Enero, Catia o La Vega. Sólo que en esas comunidades caraqueñas la escualidera y el sifrinaje han ganado alguna elección; en Vallekas, los grupos, grupúsculos o partidos de izquierda han llegado a duplicar los votos del PP (Aznar, Rajoy y sus residuos) en refriegas electorales.
Barrio arrecho, barrio militante y antifascista. Barrio que, cuando juega su equipo en el estadio de la localidad su hinchada o barra brava más notable despliega un cántico que aterroriza a sifrinos y mojigatos: “Madrid será la tumba del fascismo”. Su lema o grito de guerra: “¡A las armas!”.
Esa barra se llama y se ha hecho llamar Bukaneros (con ka) y es su potencia y su discurso lo que ha impregnado al equipo de todo un matiz ya imposible de barrer: aunque el Rayo Vallecano (con ce) es formalmente una franquicia más, un equipo como cualquier otro de España (incluyendo a los multimillonarios Barcelona y Real Madrid; falsamente “popular” uno, de aspecto más o menos monárquico y señorial el otro) en la cultura futbolera y en la iconografía de la ciudad ya se ha establecido que el Rayo Vallecano es el equipo contracultural, comunistoide, castrochavista, provocador, anarkista por antonomasia. La fiesta que es el día de cada partido las tribunas se llenan de pancartas y afiches que confirman ese carácter: por allí han desfilado imágenes y frases del Che, de Chávez, de todo líder local, independentista vasco o catalán, consignas de los pueblos en rebeldía, de los pueblos que detestan la represión y los desahucios: las tribunas del Rayo son una explosión de proletarios y respondones, y allí se sintetiza la historia de una España pueblo, una historia muy viva.
Hace poco contrataron a un delantero ucraniano, Zozulya, tremendo goleador, pero con una pata coja inaceptable: el tipo financiaba a un grupo de tendencia neonazi en su país y esto fue suficiente para que la afición protestara su fichaje y lo convirtiera en blanco de sus cánticos y pancartas. No es bienvenido Zozulya, y exigimos que lo despidan así el equipo pierda fuerza y baje a segunda división: primero los principios, después la victoria en el campo. Los Bukaneros tienen una página donde pueden verse varias secciones. Una de ellas resuena: “No al fútbol negocio”. En otra sección descuella un afiche o cartel: “25 años goleando al fascismo”.
Hace unos días la caminadera me llevó a Madrid, y no sólo a Madrid sino a Vallecas; allí presentamos nuestro reciente librito en un local para comunistoides, y al final fuimos a tomarnos unas birras en un bar populachero y bullicioso. Estaba jugando el Rayo. Y no sólo estaba jugando sino que el equipo le ganó al Eibar, luego de un golazo de lujo que hizo estallar la barra bukanera.
Y no sólo viví el privilegio de esa fiesta de la España pueblo sino que lo hice en compañía de la familia de Alfon, un carajito vallecano, bukanero y militante de las luchas del pueblo, preso ahora, secuestrado por el fascismo en el poder en España.
Afiche en la casa de Alfon

Su historia da para varias entregas aparte, y también para un libro: las entregas van, y el libro también va. Su gente me han regalado una bufanda o manta del equipo. Ahora, cada vez que me dé por farandulear a costas del fútbol español, me uniré desde Venezuela al Rayo, ese equipo que debería ser adoptado por el chavismo más contestatario y humilde, en la victoria y en la derrota.