Cada vida una historia: parece obvio,
parece eslogan, pero entre los venezolanos que han venido a La Habana a
tratarse distintas dolencias por el Convenio Integral de Salud Cuba-Venezuela
esa lógica adquiere su exacta dimensión. En su mayoría, nuestros compatriotas
han venido aquí porque el capitalismo los enfermó o los lesionó de distintas
formas, tanto en lo físico como en lo sicológico, y a veces en aspectos quizá
más inasibles como la dignidad.
Hay gente muy pobre aquí, y también
personas de clase media. Estamos instalados en un lugar de reminiscencias
literarias: la Marina Hemingway, y dentro de ésta, el hotel El Viejo y El Mar.
La viñeta respectiva indica que es un hotel de 4 estrellas, pero para quienes
las hemos visto más feas y más bonitas este hotel debe tener unas 30, y esto
incluye la atención. Hay un equipo médico instalado aquí, sirven 4 comidas
diarias (cuatro; cuatro comidas), hay transporte para el Centro Internacional de
Salud La Pradera, otro que va para el centro de La Habana para que la gente se
distraiga, y las menudeces que ya ustedes saben (tipo piscina, la respectiva
vista colosal hacia el Golfo de México, etc.).
¿Por qué es importante este recuento que
parece un folleto turístico? Porque el capitalismo suele tratar así a la gente
que tiene dólares para desembolsillar, y de ninguna manera nos concede este
trato a los pobres, y mucho menos a los pobres cuyas únicas credenciales son
una cédula de identidad venezolana y un padecimiento.
Paréntesis: por un acuerdo con las
autoridades médicas del Convenio y el Centro de Prensa Internacional, que debe
expedirme un permiso para que pueda proceder a hacer la investigación, no debo realizar
ni divulgar entrevistas. Pero como nadie me ha impedido la recopilación de
historias y sentires de mi gente, quiero entregar un breve resumen de los casos
que me han impactado; tanto los de personas que están aquí como de otros que ya
están de regreso a Venezuela. Al final incluyo el insignificante caso de un
paciente que no estaba en la lista. El paciente que faltaba.
***
Está el caso de Germán, un buzo soldador
que recibió una descarga eléctrica en la parte alta de un buque, cayó desde
una altura aproximada de tres pisos y aterrizó sobre una viga “doble T” de hierro
que lo atravesó desde la espalda hasta el pecho. Sus compañeros lo levantaron
para desencajarlo de la viga, pero los pobres amigos no sabían cómo hacerlo
exactamente (poca gente anda por la vida sacándole vigas del cuerpo a los panas)
así que el estómago y unos cuantos metros de intestinos salieron por la parte
de atrás. En Venezuela lo operaron varias veces, y cuando ya a Germán no le
quedaba plata para pagarles a los médicos u a operación al mes su hermano llevó
su caso al Convenio y aquí está en Cuba, echando el cuento y sin pagar ni un
centavo más por las operaciones realizadas y las que faltan.
Está el caso de Edmundo, su sobrino y su
sobrina. Edmundo es sobreviviente de la masacre de Yumare y será operado de
catarata en breve. Su sobrina de 12 años es sobreviviente de una desviación
crónica de la espina dorsal: estuvo toda su niñez caminando doblada hacia un
lado, de manera grotesca y anormal; en Cuba le reconstruyeron la columna y
ahora entrará a la adolescencia caminando derechita, con una esbeltez con la
que seguramente soñó muchas veces. Su primo, Pedro, recibió un balazo en la
femoral, ya fue operado y camina con muletas; espera nuevas intervenciones para
quedar como nuevo.
Está Edimar, una chama de 21 años afectada
de lupus desde los 12. Casi no sale de la habitación. He adquirido el hábito de
ubicarme en el malecón frente al hotel en los largos atardeceres habaneros (en
esta época el sol se oculta a las 9 de la noche) nomás para verla allá arriba
en su balcón tomarle fotos y fotos y fotos y fotos al solazo rojo, que siempre se
pone a jugar con el mar metálico y los crepúsculos. Debe tener miles de
gráficas de ese morir de los días esta coetánea de mi hijita, Agua de Luna.
Está el caso de José Luis, quien se estrelló
en una moto y su brazo izquierdo quedó inutilizado, pues se le rompieron los
ligamentos y los nervios. Hoy mismo le están retirando unos alambres que le
colocaron en el hombro; los jodedores aquí le dicen que a él lo agarró fue el
Zorro, porque la costura que le hicieron al culminar la operación es una gran
“Z” en la parte superior izquierda del tórax. Cuando hablé con él estaba
contándole a un compa lo asustado y deprimido que se sentía porque trataba de
mover los dedos y éstos aún no le respondían. El pana a su lado se carcajeaba y
le mostraba los movimientos de su brazo: “Yo estaba peor que tú, güevón, y mira
ahora: son unos meses de fisioterapia”.
Está el caso de Eva, una chama (14 años) que me dio algunas lecciones prácticas de eso que llaman maduración temprana o entereza ante las adversidades. Ante mi pregunta indiscreta: "¿Y Eva por qué está aquí?", ella respondió: "No tengo defensas. Soy inmunodeficiente. O inmunosuprimida, como tú quieras. Desde que tengo 8 meses. Cada vez que me da gripe se me convierte en pulmonía y en neumonía". Ella está acostumbrada a medir la sorpresa y la turbación en el rostro de los demás, así que esto me lo dijo mirándome fijo a los ojos. Y yo, acostumbrado a huir hacia adelante cuando me presionan: "¿Tienes VIH?". Ella responde: "No. En mis exámenes salen bien todos los valores. Ya tengo un mes aquí y todavía no sabemos qué tengo". Le pregunté si quería darme su testimonio para el libro que estoy escribiendo, y ella respondió: "Mejor entrevista a mi mamá, ella es la que ha sufrido todo esto".
Está el caso de Glory, una coñita de 12
años a quien acaban de entregarle el tratamiento completo contra el vitíligo
(en Venezuela, si se consiguiera, costaría más de 40 mil bolívares) para que se
lo termine de aplicar en su casa, en Acarigua, y no tengo problema alguno en
declarar que la de esa niña es la sonrisa más hermosa que he visto en años, y
que colocaré aquí cuando la superveloz conexión cubana de internet me lo permita.
Está la historia de Raymar, una chama de
Catia que a los 15 años recibió un balazo en el abdomen y el proyectil le
atravesó el estómago y le lesionó la columna. La muchacha estuvo postrada
muchos meses sin poder caminar; vino a
Cuba, aquí le reconstruyeron sus órganos y partes lesionadas y a sus 18 años ya
camina con bastón.
Está el caso de José Luis Flores, quien desde 2003 está viniendo a Cuba. Primero, por un cáncer que ya fue curado; ahora, para enfrentar a un enemigo múltiple, un monstruo de mil cabeza: diabetes, artrosis, unas cuantas hernias discales.
Están las historias de docenas de
compatriotas quemados, otros afectados de vitiligo, tuberculosis, artrosis, otros con problemas
neurológicos o motores severos. Muchos se han curado y otros están en eso.
Y está la historia del paciente que
faltaba: un escritor, comunicador o periodista que vino a buscar y a contar las
historias de estos compas aferrados a la vida, y que para no perder la
oportunidad fue a revisarse un simple caso de foliculitis y terminaron
informándole que es hipertenso y que deberá tomarse una pepa o dos, de por
vida, y limitarse a comer unas vainas simples y adiós a la bebida.
Ya saben quién va a dejar ahoritica mismo de
comer cochino y tomarse las cervezas, ¿no? Bueno. Ese mismo. Sí, cómo no.
7 comentarios:
Sin duda la anécdota con Eva es especial. La de Germán impacta. Todas nos llenan de una extraña mezcla de impotencia y esperanza. Hermoso trabajo amigo José Roberto Duque. Me recuerda uno de las crónicas que escribiste sobre la tragedia de Vargas, hace ya casi 13 años. Me impactó tanto que utilicé una de esas anécdotas mi libro Cuentario de Guri (http://retazosmvc.blogspot.com/). Gracias por compartir estas historias.
que hermoso!
Coño y ahra que montaron una venta de chicharrones en el barrio Francisco de Miranda de Carora...que vaina Duque!...te sale te de tilo con pan integral!
si vieras el cochino con pepino de este sábado en los cayapos y la garrafa de cocuy combinado todo con conversa, canto y casicura.
Duque, hace rato deje de ser tu fan, pero coño, me regalaron el libro Caracas muerde de Hector Torres y te eche de menos. Salsa y control es infinitamente superior. Es una lastima que por culpa de la polarizacion a la que tanto has contribuido tu obra quede ensombrecida. Igual, aunque no comparto ya tu actitud ni tu manera de escribir, sigo admirando varios de tus libros. Son mas sabrosos que estos de los escualilinches.
Coño Sr. José Roberto, siempre es un placer leerte. Eres un gran contador de historias. Aún desde el drama, me dejó buen sabor este post. ¿Será porque todo lo desacralizas? No sé... Con eso que relatas de la hipertensión, bájale a la sal y controla un poquito el pico, pa' que puedas seguir disfrutando (ahora con mesura, palabra que has de incorporar a tu praxis cotidiana) de los placeres culposos. Te mando abrazos grandes desde nuestra malquerida UCV. Muack.
Ay, se me salieron una lágrimas de emoción. De pana, no hay barriles de petróleo que paguen esto. Ni dólares, ni nada... La vida es ahora y la merecemos. En revolución!
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