domingo, 15 de noviembre de 2009

Al barro vamos (2)

Decía hace unos días que buena parte del vacilón de hacer casas de barro es que escapa a lo que entendemos por trabajo. El trabajo aquí no es un martirio físico y sicológico a cambio de comida o dinero, sino una oportunidad para juntarse con gente buena o con ganas de jugar a serlo. Una ocasión para la jodienda, el sancocho, el trago y la construcción con las manos y el cerebro: lo que debería ser el trabajo en la sociedad que soñamos.
Todo esto sucedió el 24 de octubre allá en predios de Los Cayapos en San Diego (Carabobo):
















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Si usted:

1) me atribuye algo que no dije;
2) pretende interpelarme por crímenes ficticios o reales de otra persona, grupo, o del Gobierno;
3) viene a proferir insultos personales porque le molestan mis opiniones;
4) Viene a plantear discusiones que no tienen que ver con este artículo en particular,

pues no publicaré su comentario.

¿Usted quiere publicar todos esos sentimientos repulsivos que mi palabra y mi persona le generan? Hágalo: cree un blog e insúlteme hasta que le duelan las manos de tanto teclear y la boca de tanto escupir. Alguna gente lo ha hecho y lo sigue haciendo. Está en su derecho. Pero eso no lo va a poder hacer en este blog.