- Ya una vez hablamos de Argenis ( http://tracciondesangre.blogspot.com/2009/09/una-deuda-con-argenis-rodriguez.html ). Allí hicimos referencia a la entrevista que le hicimos en la revista Feriado unos pocos meses antes de su muerte (se suicidó en mayo de 2000). Bueno, esta es la entrevista
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Con odio y con frenesí
- Una entrevista al escritor venezolano Argenis Rodríguez (revista Feriado, noviembre de 1999)
Está en proceso de producción la segunda parte de un libro
que estremeció a la izquierda, a la política y a la intelectualidad venezolana
de los años 70. Su autor, un exguerrillero, desempleado y escritor de furiosa
pluma, dice que seguirá en lo mismo: hurgando llagas, lanzando anatemas sin
compasión “hasta que me muera o me maten”. Para tenerlo en cuenta.
Aquel libro, Escrito
con odio, publicado por la editorial Fuentes cuando todavía el mundo se
dividía entre comunistas y capitalistas, y cuando todavía los escritores
venezolanos se desvelaban con la posibilidad de ser tardíos representantes del
boom de la novela latinoamericana, barría literalmente el piso con algunos
nombres prominentes de las letras y la política. Uno a uno fueron recibiendo su
respectiva descarga de denuestos, no con la prosa elegante del que insulta sin
nombrar al destinatario, sino con los aspavientos furiosos y directos del
mecánico o pulpero metedor de chismes, varios personajes con nombre y apellido:
allí llevaron plomo verbal Caupolicán Ovalles, Jesús Sanoja Hernández, Teodoro
y Luben Petkoff, Douglas Bravo, Pompeyo Márquez, Ramón Bravo, Lucila Velásquez,
Adriano González León y Arturo Uslar Pietri, entre otros. Y lo más interesante
de todo es que la mayoría de los aludidos fueron sus amigos antes -y algunos
después- de la publicación del explosivo libro-testimonio-panfleto,
cuyo párrafo final guarda proporción con la intensidad del resto de las
páginas: "Venezuela es del cabrón, del chulo, del ladrón, del que
traiciona; es de la cantidad de chulos y cabrones, Venezuela es del cabrón, del
cabrón, del cabrón...".
El libro ha agotado 14 ediciones, más unas cuantas
reimpresiones informales. Hay alguna gente que debería estar preocupada en este
momento. Porque Argenis Rodríguez acaba de desperezarse de un largo trasnocho
existencial con intento de suicidio incluido -en su muñeca puede verse,
blanquecina y terrible, la marca del hojillazo que se infligió en 1990, en un
momento borrascoso de su larga depresión- y acaba de entregar un libro cuyo
título lo anuncia todo: Escrito con odio (II). La primera frase del libro marca
la pauta de lo que sigue: “Soy malo, infínitamente malo, pero cuánto no daría
por ser peor”. Suenan las campanas: Argenis Rodríguez ha regresado a las
guerrillas de tinta y papel.
-¿Con quién se mete esta vez? Ya no hay comunistas en el
panorama.
-Bueno, lee el libro. Yo no tengo por qué estar anunciando a
quién menciono. Es verdad que ya no hay comunistas, pero en el país siguen
pasando cosas indignas.
-¿Se ha reconciliado con alguna de las personas que abofeteó
en el primer libro, o en la primera parte del libro? La gente de la República
del Este, por ejemplo, ha vuelto a reunirse...
-Me he encontrado con algunos por ahí; cuando me ven dicen:
"¡Coño, Argenis!", y se asustan todos.
-Pero Caupolicán Ovalles ha dicho que usted lo abordó para
pedirle disculpas después de llamarlo chulo, cabrón y traidor en el libro.
-Eso es mentira. Yo no le pido disculpas a nadie. Y ese tipo
de problemas no se arreglan con palabras sino a tiros o a trompadas. A todos
los desafié, con algunos me caí a golpes. Pero todos tenían el libro y lo
comentaban. Algunos querían que publicara otro libro y los nombrara otra vez,
¿no ves que los hice famosos, y hasta cargos les daban por haber sido
insultados por mí? Hay dos libros que me han dado de comer: Escrito con odio y
Relajo con energía. Este último lo publicó De Armas y agotó cuatro ediciones en
un mes. Pero un día fue Morales Bello a su oficina, lo amenazó y le puso una
pistola en el pecho; entonces ya no lo reeditaron más.
-¿A usted lo han amenazado de muerte?
-Bueno, cada vez que sacaba un libro me amenazaban. Cuando
publiqué La amante del presidente, que es la historia de Cecilia Matos, los
adecos me andaban buscando para matarme. Otros me veían por ahí y lo que hacían
era brindarme caña. Una vez un tipo llamado Néstor Tablante Garrido me sacó un
arma en la librería El Gusano de Luz. Yo le dije: "Mira, es mejor que
guardes eso, porque se te va a escapar un tiro y te vas a malograr esas bolas que
nunca has usado".
-¿A cuál de los personajes que ha mencionado en sus libros
reivindica hoy?
-Creo que a ninguno. Yo no acostumbro retractarme de lo que
digo. Para eso sirve la palabra escrita: uno habla en un bar y al otro día no
hay forma de confirmar nada, pero uno escribe algo y así queda registrado para
siempre.
-¿Todos le parecen tan indignos como antes?
-Bueno, no todos. Jesús Sanoja Hernández es un hombre
dedicado seriamente a su oficio, que es el periodismo, y también hace poesía.
Es el único tipo serio que queda de la izquierda.
-¿Qué opinión le merece Teodoro Petkoff?
-A Teodoro lo conocí en el PCV, cuando yo pertenecía a la
Juventud Comunista. De él escribí que fundó el primer partido anticomunista de
Venezuela, que es el MAS. Hoy cualquiera puede ver lo que ha pasado con el
tiempo. Yo estoy acostumbrado a decir lo que pienso, y a decir la verdad.
-¿Usted es un hombre feliz?
-Bueno, he tenido mis momentos de depresión, de soledad; he
pasado hambre. Pero puedo decir algo que no puede decir cualquiera: las mujeres
que he tenido me han amado, se han acostado conmigo por amor. Porque nunca he
tenido dinero.
YO, EL SUPREMO
A sus 63 años, Argenis Rodríguez ha publicado 40 libros
entre novelas, noveletas y testimonios; tiene 20 novelas inéditas y un diario
que comenzó a escribir a los 14 años, y que "debe tener cerca de 10 mil
páginas: es más largo que el diario de Miranda". Los títulos de las dos
últimas novelas anuncian tempestades: una se llama La toma de posesión del
presidente Chávez y el secuestro del ingeniero Nagen. La otra: De asesinos,
lesbianas, prostitutas y barraganas. Ambas están pobladas de personajes reales,
ampliamente conocidos en Venezuela, y las situaciones están llenas de un agrio
desparpajo. En De asesinos... un renombrado empresario fornica con una conocida
diputada en un baño del Congreso. De pronto se abre la puerta; es el doctor
Ramón J. Velásquez, quien con su proverbial capacidad para emitir sentencias
comenta: "Estas cosas sólo pasan en Venezuela". Los otros dos
personajes también son reales, y aparecen con sus nombres.
-¿Usted hace literatura o periodismo, o simplemente nos cae
a chismes?
-Yo escribo. Y no hay un escritor en este país que lo haga
como yo.
-Usted acostumbra a ponerse por encima de varios escritores
venezolanos emblemáticos. Se los voy a nombrar uno por uno, y usted me dice por
qué son inferiores a usted.
-De acuerdo.
-Rómulo Gallegos.
-Cantaclaro empieza bien, pero Gallegos creía en la
virginidad. Dígame Santos Luzardo: él es un santo, lo dice su nombre. No le
hace nada a Marisela, que estaba bien buena; no le hace nada a Doña Bárbara,
que se le ofrecía. Así no se puede.
-Rufino Blanco Fombona.
-Me gusta Rufino porque era recio, macho, escribía violento,
pero era racista.
-Mariano Picón Salas.
-Mucha palabrería. A
Mariano le sobraba ramaje y le faltaba cultura.
-UslarPietri.
-A Uslar le falta todo. Un hombre que trata de usted a todo
el mundo, que es inaccesible, que no te deja llegar a él, no puede conocer el
alma de la gente.
-Adriano González León.
-El es clase media baja; esa es la gente más vulgar y llena
de prejuicios. Y un escritor con prejuicios no funciona.
-Rafael Arraiz Lucca.
-Yo desconfío de la gente que anda bien vestida y con
corbata. No lo he leído. Para ser escritor es preciso haber conocido la vida
desde muy abajo y desde muy arriba, y el único que ha cumplido con ese
requisito he sido yo.