Las carreteras venezolanas están llenas de hitos para el recuerdo. Cuando llegan los inevitables momentos en que la contemplación gana la partida comienza uno a detenerse en detalles como por ejemplo los nombres de los pueblos y caseríos. En la belleza de algunos, en su sonoridad (sin esfuerzo me remonto a Curimagua, Tucaní, Capatárida), y a veces también en los que desafinan, o tal vez es que lo agarran a uno con el oído desprevenido (Turturia, Bobures, Burere).
También están los nombres que lo enganchan a uno, no por su sonido armonioso o "desafinado" sino por la calidad de lo que evocan. Tengo estos, a uno y otro extremos de las preferencias:
También están los nombres que lo enganchan a uno, no por su sonido armonioso o "desafinado" sino por la calidad de lo que evocan. Tengo estos, a uno y otro extremos de las preferencias:
Agua Hedionda (Guárico)
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Si usted:
1) me atribuye algo que no dije;
2) pretende interpelarme por crímenes ficticios o reales de otra persona, grupo, o del Gobierno;
3) viene a proferir insultos personales porque le molestan mis opiniones;
4) Viene a plantear discusiones que no tienen que ver con este artículo en particular,
pues no publicaré su comentario.
¿Usted quiere publicar todos esos sentimientos repulsivos que mi palabra y mi persona le generan? Hágalo: cree un blog e insúlteme hasta que le duelan las manos de tanto teclear y la boca de tanto escupir. Alguna gente lo ha hecho y lo sigue haciendo. Está en su derecho. Pero eso no lo va a poder hacer en este blog.