jueves, 11 de octubre de 2012

¿Y entonces qué coño es una Revolución?


El chavismo ganó las elecciones y, tal como dice la canción de la Billo's Caracas Boys, "unos van alegres y otros van llorando". Pero la Historia siempre nos lleva al punto inevitable en que debemos bajarnos de la nube de la euforia y pensar los términos en que habremos de continuar el proyecto, siempre inconcluso, llamado Revolución. Al respecto vale la pena volver a los inicios, al principio, al factor convocante de las rebeliones, destrucciones y construcciones, y no detenernos en el hecho simple y difuso (y además falso) de que sólo mientras ganemos elecciones habrá Revolución.
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Una Revolución NO consiste en ganar elecciones. Es maravilloso tener en la presidencia de la República a un aliado, pero una actitud madura y responsable debe pasar por el trámite de imaginarse un país en el cual ni Chávez ni ningún otro aliado sean presidentes, porque esa circunstancia y ese momento llegarán algún día.
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Una Revolución NO consiste en el fortalecimiento del Estado burgués sino en la creación de otra forma de organización de la gente. En lo personal, si por algo soy chavista es porque varias veces a la semana sueño con la propuesta más fascinante del proyecto de Chávez: la creación de un Estado Comunal. Mientras aprendemos qué es eso y cómo funciona ya vamos viendo cómo la gente aprendió que hay cosas que deben discutirse y decidirse en asamblea. En este experimento hay cosas que están saliendo bien y otras mal. Pero esa dinámica recién estrenada es el germen de un dramático vuelco hacia la democracia más profunda: una donde el presidente, el gobernador y el alcalde ya no deciden qué haremos en la cuadra, porque en la cuadra ya tenemos Gobierno. Cuando tengamos unas décadas (probablemente un siglo) ensayando y fortaleciendo esos procesos locales ya no tendrán sentido ni viabilidad el Estado ni las corporaciones. Con nuestras actuales estructuras social y mental ese salto no es posible, ya que nosotros, formados en un Estado burgués y con códigos burgueses, no somos capaces de parir nada que no tenga señales y rémoras de la sociedad descompuesta que está muriendo. Pero dimos o estamos dando un paso crucial y conmovedor: empezar ese ensayo. Dar los primeros pasos, muy torpes y a veces fallidos (el carajito de un año aprendiendo a caminar y dándose un coñazo cada medio metro). Pero ya empezó ese larguísimo aprendizaje creador, y a Chávez le debemos ese comienzo.
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Una Revolución NO es una gestión de Gobierno. Una Revolución es un acto acto masivo y multigeneracional que por lo general se hace al margen (y muchas veces en contra) de los gobiernos establecidos. Pretender que Chávez y los funcionarios gubernamentales hagan en sus despachos la Revolución mientras nosotros sólo pagamos impuestos y esperamos a cambio los efectos de la acción de Gobierno es un error ingenuo, porque parte de la creencia de que el Gobierno debe hacer por nosotros la Revolución que en realidad nos corresponde hacer a nosotros en nuestros ámbitos de acción (comunidades, lugares de trabajo o de encuentro, ámbitos físicos y virtuales de acción y discurso).
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Una Revolución NO es el intento ni el acto de acabar con la oposición. He visto y oído chavistas deprimidos o preocupados porque el antichavismo obtuvo 6 millones y medio de votos. Si nos atenemos al carácter dialéctico de los procesos históricos debemos estar más bien felices de que tengamos contrapeso, adversario, fuerza que puja en sentido contrario al nuestro. Un hipotético país de 30 millones de chavistas y ni una persona en la oposición se anquilosaría, se agotaría, se aburguesaría irremediablemente. Sin peligros ni obstáculos que sortear, las tareas de demolición de lo viejo y construcción de lo nuevo perderían empuje, emoción y sentido. El pánico es mejor aglutinador de voluntades que la tranquilidad y el relax. El ser humano sin problemas a la vista muere de obesidad y desidia. Mientras haya antichavismo y empresarios y hegemonías financiando el antichavismo, habrá energía revolucionaria: ellos pujando para su lado y nosotros para el nuestro. ¿Habrá una etapa en que no existirá el enemigo actual? Probablemente. Y ojalá ya esté forjándose y gestándose el otro.
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Una Revolución NO se detiene cuando los gobiernos revolucionarios o de avanzada cesan en funciones. El día que los empresarios, las hegemonías mundiales y el poder económico logren ubicar a otro aliado en Miraflores entonces nos tocará continuar haciendo la Revolución pero en condiciones de dificultad y gravedad extremas. Tal como lo intentamos y lo intentaron otros en el pasado, hacer Revolución será un acto duro, criminalizado, perseguido, castigado, etiquetado de terrorista. Cuando el Presidente de la República no sea un aliado sino un enemigo de los actos audaces y contraculturales del pueblo en rebelión y acción creadora, algo tan aparentemente prístino y legal como conformar una organización vecinal o una agrupación con nombre "sospechoso" (de estos les hablaba hace poco a los muchachos que andan levantando el Frente Anarquista Revolucionario de Venezuela) será objeto de allanamiento, cárcel, tortura, persecución y linchamiento moral. Si hoy nos condenan y nos apabullan, aun teniendo de aliados a Chávez y (a veces también) a algunos medios e instituciones del Estado, imagínense cuando todo esté en manos de la burguesía. Con todo, esa situación sería preferible a la ilusión falsa y nociva de que una Revolución es un acto por el cual a uno tienen que pagarle, darle un uniforme y unas prebendas.
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La Revolución es un acto contra el orden impuesto. Una Revolución es esencialmente ILEGAL. Por lo tanto siempre habrá (dentro y fuera del Gobierno) convencionalismos, visiones del mundo y estructuras que buscarán exterminarnos, neutralizarnos o comprarnos con el fin de interrumpir el proceso histórico de emancipación de pueblos y seres humanos oprimidos.
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La tarea: aprovechar que el aliado seguirá en Miraflores para empujar procesos revolucionarios locales, regionales o multifactoriales. Haríamos bien en entender de una maldita vez que ese tipo que está en Miraflores no está ahí para hacer la Revolución por nosotros ni para financiar nuestras aventuras revolucionarias, sino para permitirnos hacer actos revolucionarios por nuestros cojones y con nuestra creatividad e impulsos libertarios. Liberémonos por un rato del éxtasis electoral y vamos por ellos, pues.

lunes, 1 de octubre de 2012

¡¡ VIOLEEEEENNNCIAAAAA !!

La razón de ser de estas breves líneas es la urgencia de responderles genéricamente a todos los compas que se han acercado a preguntarme, a plantearme idéntica preocupación: ya la gente casi no pregunta si creo que Chávez ganará o perderá las elecciones, sino si creo que nos caeremos a tiros antes o después de los comicios. Cosa que por una parte me parece lógica (¿a quién no le preocupan más el pellejo y un mínimo de paz ciudadana y garantías para transitar sin que te lluevan misiles?). Pero por otra parte me desconcierta, ya que para responder a eso basta con recordar momentos parecidos o mucho más graves de la historia reciente. Momentos de altísima tensión (recuerdo especialmente la circunstancia del referendo para votar la Reforma Constitucional), en que a pesar de los augurios, presiones, financiamiento de aventuras, incitación abierta de la derecha a través de sus medios de información, la violencia no se desbordó.
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No, en Venezuela no va a empezar una guerra civil el 7 ni el 8 de octubre. Chávez ganará las elecciones y, tal como ha ocurrido en los últimos 14 años, al día siguiente estaremos unos contentos y otros arrechos o deprimidos, pero no se desbordará la violencia. Puede que si el despecho antichavista llega a altísimos extremos de descontrol haya episodios locales de agitación y algún foco de desórdenes, pero eso no califica como el inicio de ninguna conflagración y no durará más que unas pocas horas.
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A ver: ya ha habido violencia y puede que la siga habiendo, pero ninguno de los episodios endógenos habidos o por venir en el mediano plazo califica como detonante de aventuras de destrucción masiva en nuestro país. En estos días asesinaron a unos señores en Barinas. Unas versiones indican que hubo un enfrentamiento entre chavistas y antichavistas (http://www.aporrea.org/medios/a151335.html) y otras (las preferidas de estos últimos) señalan que venía una alegre caravana de hermosas personas entonando cánticos de paz y amor y que entonces vino el hermano de Hugo Chávez y ordenó (seguramente por instrucciones del mismo Presidente): "Me los matan, porque matar hace nos populares a los políticos y si matamos a mucha gente obtendremos muchísimos votos". Y entonces los criminales chavistas identificados con sus uniformes y montados en carros oficiales dispararon a mansalva contra aquellos autobuses pletóricos de felicidad. Pero ni siquiera esta versión, casi-casi exenta de manipulaciones (como esta con la que se llenó la jeta los ultraderechistas uruguayos: http://www.elpais.com.uy/121001/pinter-666997/internacional/acusan-a-hermano-de-hugo-chavez-del-asesinato-de-tres-opositores/) logró que comenzara la guerra civil que serviría para graduar de criminales de guerra a Chávez y a los chavistas.
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Por otra parte, el antichavismo de pluma y papel ha buscado afanosamente en los últimos años utilizar algunas muertes para tratar de influir en el ánimo de la gente y ponerla belicosa. Este es un buen resumen de varios casos en los que el antichavismo ha utilizado algunas desgracias personales y familiares para tratar de venderlos como crímenes políticos: http://misionverdad.com/?p=237. Faltan allí los casos de Rafael Brito, unos estudiantes en Mérida y el Zulia y el de unas señoras tiroteadas en la plaza Francia de Altamira, pero es un buen compendio que pone a la vista lo esencial: que la oposición sabe que la muerte le es favorable y siempre ha estado buscando capitalizarla política y/o mediáticamente.
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Antecedentes que pesan: la historia tremenda de la muerte del estudiante Luis Carvallo Cantor, en marzo de 1987. El muchacho fue asesinado de un tiro por un abogado adeco, por motivos tan fútiles como que el joven estaba orinando en el jardín de la casa del abogado. La indignación por el hecho se juntó con la alta carga de arrecheras sociales acumuladas y la cosa derivó en una situación de disturbios que la historia de las luchas populares ha registrado con el nombre de "Marzo Merideño". Mérida fue militarizada y sometida a  toque de queda y allanamientos selectivos durante varias semanas, pero la protesta estudiantil se propagó por varias ciudades y el evento es un antecedente dramático de lo que luego fue el Sacudón, 11 meses más tarde. Así que el antichavismo, lleno de bobos tan candorosos que creen que agitar a todo un pueblo es cuestión nomás de meter casquillo y poner unas fanfarrias en TV; un bulto de estúpidos que creen que las avionetas son hijas de los aviones, que machete de burro es trompeta y que para curar el Sida sólo hay que decirle: "Vete, sida", siguen creyendo que acusando a Chávez de cada muerto habido en el país (o a todos al mismo tiempo) entonces ya el pueblo saldrá en masa a liquidarlo para poner en su lugar a un empresario. Seguirán creyendo en eso unos cuantos años.
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Y personalmente, ¿participaremos en hechos de violencia? Si una de estas tardes de mal humor viene un antichavista y me jode la paciencia más de la cuenta lo más probable es que se lleve el botellazo de su puta vida entre los dientes y el cráneo. Eso es violencia, cómo no. Pero tampoco hará que venga la OTAN a invadirnos en defensa de los dientes pulverizados de un güevón.
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Lo más parecido a un desborde de violencia que hemos tenido ocurrió aquellos días de abril de 2002; otros más a finales de ese año y comienzos de 2003; regresó el fantasma en 2005 y luego en 2007, cuando la patada por el culo a RCTV. Recuerdo a Teodoro Petkoff diciendo, escribiendo y gritando desaforado en diciembre de 2002: Si Chávez no renuncia EN LAS PRÓXIMAS HORAS tendremos una situación de guerra civil. Chávez no renunció, no hubo guerra civil y sin embargo Teodoro seguirá asustando a sus fans. A esas pobres viejas creyentes de la leyenda urbana que lo convirtió en héroe guerrillero sin haber echado nunca ni un tiro.
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Yo tuve mi época frenética y apocalíptica también, cómo no. Cada vez que se acercaba una fecha como esta que se aproxima acudía a ciertos compas proclives a hacer de cada sospecha un motivo para ponerse los guantes, y vaya que llegué a creer que en cuestión de horas había que poner a cantar las perolas. Hoy sigo creyendo que algún día habrá episodios violentos en Venezuela, pero eso no será por unos resultados electorales ni porque la oposición vuelva a cantar fraude luego de su derrota. Creo que cuando eso ocurra se deberá a la intervención directa de factores externos, no a la abrupta explosión de una parte del pueblo venezolano contra la otra.
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Una guerra civil es un episodio que requiere de financistas y de líderes adorados en cada bando. El antrichavismo no tiene ni líderes ni financistas dispuestos a financiarles otra aventura (ya les fueron financiadas suficientes, y fracasaron rotundamente en todas). Y el chavismo no tiene por qué acudir a la violencia de las armas, metido como está en la cresta de la ola que gana y gana elecciones y construye y construye un mundo mejor.