martes, 21 de agosto de 2012

Números, pronóstico e interrogantes

Falta un mes y medio para que se celebren las elecciones presidenciales en Venezuela. Todas las mediciones y tendencias (incluso las perceptibles al margen de instrumentos científicos) indican que se mantendrá la histórica polarización numérica que se inauguró en 1998. De acuerdo con esos números y tendencias, el proyecto chavista volverá a obtener más de 50 por ciento de la preferencia de los electores, y el antichavismo rondará el 40 por ciento.
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Teniendo en cuenta que el padrón electoral anda por 19 millones de ciudadanos, y que la abstención prevista es de 20 por ciento, la previsión de la convocatoria de votantes anda por los 15 millones de votantes. Si se mantienen las tendencias, poco más de 8 millones votará por Chávez y unos 6,5 millones votará por el candidato antichavista. Como pueblo chavista tendremos entonces unas cuantas tareas, que debemos abordar a partir de interrogantes no resueltas; algunas están en discusión, otras obviadas o escasamente discutidas.
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Algunas de las preguntas y discusiones que hay que masificar: ¿con qué estructuras iremos sustituyendo las instituciones y estructuras burguesas (y algunas medievales) sobrevivientes, como las Parroquias, claustros universitarios, jerarquías y partidos? ¿Cómo irnos organizando como pueblo de manera tal que, ante la crisis mundial del Estado y las corporaciones, seamos los ciudadanos en nuestras localidades y radios de acción quienes asumamos el autogobierno? ¿Cuándo y cómo daremos el salto desde la actual democracia electora de representantes hacia la democracia directa ejercida desde las comunidades? ¿Cuándo y cómo discutiremos (y para qué) la necesidad de sustituir las alcaldías y gobernaciones por centenares o miles de Gobiernos comunales (un Gobierno por cada comunidad o por cada cuadra)?
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Si la construcción de la democracia fuera un asunto numérico o matemático ya tendríamos el mandado hecho: ganamos el 7 de octubre y seguimos en lo mismo. Pero esa construcción es más un esfuerzo político y una profundización de la guerra sorda entre las tiranías empresariales y los pueblos oprimidos. Veremos por qué rumbo tuerce la historia después de octubre.

viernes, 17 de agosto de 2012

Belleza


Lo que sigue son retazos de una discusión levantada en facebook a partir de una reflexión de María Alejandra Rendón. Digo: el origen de este artículo fue la respuesta o comentario que opuse a una reflexión de ella. Pero como (y aunque) su argumento se lo he leído y oído tantas veces a tantas personas (militantes feministas la mayoría de ellas) me parece injusto presentar esto como una descarga a su persona o a su juicio. Pero sí me parece pertinente mostrar su escrito, a manera de introducción:


  • A aquellos amigos que se hacen llamar revolucionarios y distribuyen fotos de mujeres desnudas por este medio quiero decirles, sin aras de reconocerlos a ustedes como pricipales agentes opresores del género femenino, que la mujer es una belleza totalizada y no es bella sólo por ser mujer y menos por sus cualidades físicas. Debemos entre todos liberarlas de la aberracion de someterlas al criterio de objetos, cosificarlas. Esa no es una tarea de los revolucionarios solamente, sino de la humanidad contenedora de una masa superior de mujeres hermosas por como aman, sienten y se entregan a la sociedad que las explota, las humilla y las invisibiliza como seres humanos. No somos una mercancía, somos sujetos de transformación, con la demanda histórica de ser reconocidas como tal. Somos trabajadoras todas de la sociedad en la jugamos singulares e históricos papeles. Hay mujeres "bellas" según la lógica estética occidental contemporánea, ustedes pueden ser dóciles y sentirse supremamente atraídos por la misma, pero no nos prostituyan más. Suficiente ha sido que nos usen para vender hasta un corta uñas o un motor automotriz, utilizando nuestros cuerpos para la presuación y el sometimiento a la cultura del consumo. Reflexionemos sobre esto porque el reconocimiento de la mujer en su concepto más socializado posible es tarea de los hombres y mujeres, todos reproductores de la cultura patriarcal, que naturaliza nuestra supuesta "fragilidad" e "inferioridad".
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En efecto, ya son varias las mujeres a quienes he oído responder ofendidas cuando uno celebra o tan siquiera alude a su belleza (física; ¿a cuál más?). Uno pudiera comentar, nomás para atizar y provocar, que algunas de ellas consideran un insulto el que se les reconozca hermosas. Pero la discusión es más importante y profunda que eso. Aunque algunas posturas extremas padezcan de un problema más bien simple de solucionar: el confundir belleza con valía.
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El disfrute de la belleza femenina no es un invento de machos ni de machistas venezolanos. El proceso químico que lleva al hombre a conmoverse y a reaccionar con placer, morbo y excitación en presencia de una hembra desnuda tiene muchos miles de años sobre la tierra, y a ese impulso le debemos, entre otras cosas, la proliferación de la especie en este planeta. Es un proceso NATURAL, y yo la verdad no creo que reprimirlo sea más civilizado o de avanzada que admitir que nos causa placer.
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Por muy prosaico o primitivo que te suene, eso de "belleza" se refiere exclusivamente al aspecto físico y químico que deviene atracción: una orquídea no es así porque Osmel Souza lo decretó sino porque si se pareciera a Marta Colomina no atraería insectos sino zamuros. Y de bolas que es primitivo el acto: tiene millones de años sobre la tierra y es anterior a toda forma social. Es un proceso anterior a los valores sociales y civilizatorios que muchas feministas invocan. Es un despropósito eso de que uno debe considerar a las mujeres "hermosas por como aman, sienten y se entregan a la sociedad que las explota". No señora: a esas mujeres uno las encuentra valiosas, no necesariamente hermosas. La belleza se refiere al magnetismo sensual que empuja al ser humano hacia los placeres carnales, no al reconocimiento de valores revolucionarios. Eso que llaman "sensualidad" es algo que involucra exclusivamente a los sentidos (por eso se llama así), no a la política ni a las luchas de liberación de los pueblos.
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Es cierto que el capitalismo ha convertido también a la belleza y a los desnudos en mercancía (como a todo), pero no creo que en presencia de una mujer desnuda uno deba voltear a otro lado y decir "No señor, hasta que no me demuestre cuánto ha leído o qué opina del Frente de Liberación de Mozambique no disfrutaré de su belleza". Hay matices y variaciones en la contemplación de un cuerpo, sí: está por un lado la compra-venta de la imagen corporal de hombres y mujeres, pero está también la actitud extrema de pretender que uno se sienta culpable si se tropieza con una mujer bonita y se le quede mirando por más de cinco segundos.
Seguramente hay un punto de equilibrio o límite donde es posible la convivencia entre el disfrute visual o carnal y el respeto. En busca de ese límite, he aceptado del texto de María Alejandra esta declaración: "debemos entre todos liberarlas (a las mujeres) de la aberracion de someterlas al criterio de objetos... cosificarlas". Le he pedido a cambio que "me compre" esta: No es reaccionario ni machista ni retrógrado ni grosero ni asqueroso que a uno le guste la mujer de la fotografía de arriba (diga lo que diga la pantaleta): el disfrute de la belleza es un proceso químico y su existencia es anterior a la palabra, a las sociedades y a la explotación. Por eso no tiene sentido la pregunta "cuando tu dices una mujer es bella a que te refieres?".
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Para responder una pregunta como la anterior tendría que hacerle a quien la formula una exposición multisensorial, prestarle mis sentidos. Nadie tiene palabras para explicar por qué unas mujeres le parecen bellas y otras no, ni está en la obligación de mezclar el placer de los sentidos con los valores éticos o ideas políticas para evitar que lo llamen machista seguidor de patrones y reproductor de los mecanismos de opresión. 
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Claro que no hay un criterio universal para "medir" la belleza. A mí me gustan (físicamente) mujeres que a otras personas no les gustan, y a mucha gente le gustan mujeres que a mí no. No se trata de crucificar a unas y convertir en diosas (Canales) a otras, pero sí de dejar claro que hay mujeres bonitas independientemente de lo que sale por su boca cuando la abren, de lo que hacen a diario con sus vidas y las de otros, o independientemente de si les da la gana o no abrir la boca en presencia de uno. Y sí: hay mujeres muy valiosas e importantes para su gente y para la humanidad que no son bellas. Tal vez atractivas por cierto especial magnetismo: me bajan las defensas ciertas octogenarias desvencijadas por el tiempo y los padeceres, pero formidables en su destrucción o entereza, doñas cocineras y esclavas adoradas por generaciones de hijos y nietos: mujeres arrechas y admirables.
¿Alguien recuerda lo que fueron y cómo fueron La Pasionaria y la recién fallecida Chavela Vargas en sus años finales? ¿Verdad que nos estremece la evocación de Celia Cruz y Edith Piaf? Noticias: eso que nos atrae de las mujeres mencionadas no es hermosura, no es belleza: es valía, y a veces es calidad. Y en cierta forma (en todos los casos excepto el de La Pasionaria) embrujo tramposo: téngase también en cuenta que la música es una fábrica de seducciones, y que carajos espantosamente feos como Trino Mora o Cheo García tuvieron más sexo que cualquier otro feo sin dotes artísticas.
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Tal vez (y muy probablemente) nuestros peculiares giros del lenguaje nos tiendan una emboscada en esta materia. Porque resulta que uno llama "bonitas" no sólo a las cosas o personas por su buen ver, sino porque nos generan ternura, placer, estremecimiento o felicidad (gente bonita, lindo paseo, bello poema, hermosos recuerdos). De la misma manera llamamos "sabroso" a algo que nos produce un placer no necesariamente gustativo: música sabrosa (no es de gratis que la salsa se llame como se llama), un baño sabroso, una caraja que está rica o divina; todos hemos dormido "sabroso", y preguntarse qué tiene que ver el sueño con el sentido del gusto es como preguntarse qué tiene que ver el culo con las pestañas. ¿Y qué tal la expresión está buena (o bueno)?
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Pero, apartados de las trampas del lenguaje, la belleza es una cosa (un proceso biológico) y la política y la ética son otras (procesos sociales y civilizatorios).
¿Soy un machista moldeado por el capitalismo porque me gusta Shakira? Ah bueno, pues mala leche.

jueves, 2 de agosto de 2012

Adorar a Rómulo Gallegos (despreciar al país que destruimos)


Falsa tumba de "Doña Bárbara" en La Trinidad de Arauca; fue una construcción improvisada para grabar una telenovela en los años 70. Los restos de Pancha Vásquez (la mujer en cuya historia y carácter se inspiró Gallegos para crear "su" personaje) reposan cerca de allí.

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Hoy cumple años uno de los emblemas de la destrucción de la cultura venezolana, o lo que quedaba de ella a principios del siglo 20. Rómulo Gallegos fue el narrador (por ahí dicen que el autor, y este es uno de los mitos que hay que comenzar a demoler urgentemente) de unos relatos a los que la sociedad burguesa de la segunda mitad del siglo 20 convirtió en emblema de la nacionalidad, lo mismo que su "autor".

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Lo detestable no es tanto el sujeto Gallegos sino el método de imposición de una visión parcial, antipopular y elitista de la cultura cultura que ejecutó el Estado Burgués en manos de los adecos. Gallegos fue dos semanas a un hato en Apure (La Trinidad) y una semana a un campo en La Guajira (Alitasía). En el hato apureño emborrachó a unos obreros y peones para sacarles (robarles) sus historias, memorias de personajes; copió o intentó copiar su habla y sus giros lingüísticos, se enteró de unas cuantas leyendas y coplas, que no son propiedad de nadie sino hechura colectiva de los pueblos. Con ese arsenal de historias y cantares escribió unas novelas, de las cuales se declaró autor, y por ellas fue proclamado emblema de la nacionalidad. Esas historias y decires y cuentos no le pertenecen a nadie, no tienen dueño, pero la gente las escucha y se las atribuye automáticamente a Gallegos. Doña Bárbara no es Pancha Vásquez, no señor: ese es un personaje creado por la mente prolífica y excepcional de ese maldito burgés coñoesumadre y ladrón. ¡Perdón!: de un genio de nuestra literatura, orgullo de la cultura venezolana (pa mis cojones).
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Dicen sus defensores, adoradores y aduladores que Gallegos sacó del silencio a esas y otras regiones, como si los apureños y wayúus no tuvieran nada que decir sobre sí mismos. Es el caraqueño rico, intelectual, engreído y dominante imponiendo su discurso ayudado por una Academia, unas instituciones y un sistema educativo que no dudaron en zamparle la etiqueta de lo venezolano por antonomasia.
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Y de paso está el asunto del contenido y de cómo ha sido utilizado para imponerle al pueblo el autodesprecio por lo que pudimos ser (un país que produce lo que consume), y para zamparle la adoración por la imitación o el remedo de algo que nunca seremos (europeos constructores de ciudades que medio funcionan). Mediante un artificio "educativo" (adoctrinador, es lo mismo) financiado por el chorro de petróleo que se desató el siglo pasado, a los venezolanos se nos convenció de que ser campesino (y parecerlo: hablar, vestir, trabajar, pensar como campesino) es una mancha asquerosa de la cual es preciso despojarse, porque gente civilizada, chévere, bonita, desarrollada y "de avanzada" que se respete no anda sembrando matas ni criando animales (es decir: produciendo alimentos) sino estudiando para ser profesional o intelectual, o preparándose para la misión mega-hiper-guao de ser un empresario exitoso: un coño de esos que tienen esclavos y se hace rico a partir de la explotación de éstos.
La idea de desarrollo que nos impusieron (la transformación en un país inserto en el modelo industrial capitalista) pasaba por un trámite migratorio descomunal, y vaya si el capitalismo lo logró. La masa que se trasladó a las ciudades lo hizo para cumplir con un requisito o necesidad del capital: tener a enormes cantidades de personas aglutinadas en espacios donde cumplir sus roles: el trabajo esclavo y el consumo.
Los productos y mercancías capitalistas se distribuyen con menos costo para el industrial si en lugar de tener a 5 millones de personas (esclavos y consumidores) disgregadas en un amplio territorio (donde no estén hacinadas ni luchando entre sí ni contra el reloj) sino en un solo campo de concentración, una mierda que llaman urbe, donde usted es cosmopolita (sifrino) o debe tratar de serlo, porque si no lo hace es un segregado y un excluido. Las cárceles (y las tumbas) están llenas de gente que no quiso ser cosmopolita, o no pudo y lo intentó por las malas.
Por eso los barrios y sus habitantes en rebeldía están siendo los destructores de la ciudad capitalista post-industrial: los barrios no son lugares para acomodarse y aburguesarse sino para ejercer la resistencia política y cultural, y esas cosas sólo se ejercen con violencia. A veces con violencia creadora y emancipadora, pero violencia.
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El prócer emblemático y simbólico del proceso de urbanización del país; el paladín, arquetipo, estereotipo, prototipo y pinga e burro que nos explicó a los salvajes pata en el suelo que éramos cómo dejar de ser campesinos y empezar a ser gente, no es otro sino Santos Luzardo. Tú sabes: el patiquín caraqueño que se fue al monte a poner orden en aquella mierda (perdón: a inculcar valores civilizatorios allá donde sólo había barbarie). Doña Bárbara es la metáfora de cómo la civilización (la urbe cosmopolita al borde del estallido demográfico) derrota a la barbarie. Treinta años después de la aparición de Doña Bárbara ya 70 por ciento de la población venezolana vivía en ciudades y a 99,99% de esa población sentía risa o asco de la palabra conuco. Todavía hoy, en las fiestas urbanas, cuando alguien pone música llanera es la señal de que se acabó la fiesta, y muchos todavía no se explican qué tiene de raro que mantengamos vivo el eslogan Caracas es Caracas y lo demás monte y culebra. La idea de barbarie se sigue asociando al conuco y al campesino con machete y escardilla, y no a las balaceras y mortandades colectivas de las urbes. Como si un espíritu anglosajón se empeñara en convencernos de que los campesinos viven feo y los citadinos mueren de pinga.
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Gallegos es lectura obligatoria en las escuelas y liceos venezolanos, y esa es la razón por la cual a cualquier compatriota tú le preguntas quién es el mejor escritor venezolano y te responde que es él, el Gallegos. Igual si preguntas quién es el mejor tenor (Sadel), el mejor poeta (Andrés Eloy), el mejor torero (Girón), el padre de la OPEP (Pérez Alfonzo), el canciller por antonomasia (Calvani). Qué casualidad que todos esos bichos fueron adecos, ¿no? Y algunos de los nuestros siguen adorando y rindiéndole homenajes a esos bichos. Así de recontrajodidos estamos.
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Estas reflexiones me sorprenden viajando precisamente hacia el estado Apure. Entre Mantecal y Elorza se despliega el que fue uno de los latifundios más grandes de Venezuela, el hato El Cedral: 55 mil hectáreas recientemente recuperadas por el Gobierno venezolano para ensayar allí otra forma de organización de la gente y de la producción. El recorrido depara sensaciones fuertes, que van desde la presencia de una fauna extraordinaria y unos paisajes naturales de asombro, hasta un paisaje humano que guerrea contra la costumbre capitalista instalada en el cuerpo (más allá del cerebro): vegueros dispuestos a reorganizarse en clave de socialismo y autogestión, pero personal e íntimamente agradecidos con los antiguos dueños del hato, porque nos ayudaron y eran gente buena. Esclavos e hijos de esclavos agradecidos con sus antiguos amos. Gente preocupada porque, acostumbrados por siglos a trabajar por una paga, ahora están siendo invitados a ser co-responsables de la producción de alimentos y de la organización humana (social)...
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...coño, perdón, debo interrumpir estas reflexiones. Estoy entrando al municipio Rómulo Gallegos. A los apureños también les impusieron (perdón: les enseñaron) la adoración y el agradecimiento a Rómulo Gallegos.