domingo, 18 de septiembre de 2011

El Discurso del Oeste: un hito más en el camino

¿Y para qué clausurar un blog? ¿Cuándo y en qué momento debe decidir uno abandonar un espacio, o cambiar el lugar para publicar lo que uno considera publicable? En el caso particular de mi relación con este blog tiene que ver con un cambio de perspectivas (geográficas y vivenciales, básicamente) y también con la verificación de que mi propia vida dio un vuelco más o menos notable en el último año. Ambas circunstancias han hecho que la referencia al “Discurso del Oeste” sea ahora de observador al margen o de caminante que hace escalas, y no de disparador desde el centro del fenómeno. Distintas edades, distintas trincheras, distintos sujetos: yo no soy o no creo ser el mismo sujeto que escribía en La Casa del Perro en 2004, ni El Discurso del Oeste desde 2005. Sería una tragedia realmente aterradora si en seiso siete años de caerme a golpes con el país y mis adentros siguiera siendo el mismo tipo o pensara igual.

Yo viví en la parroquia 23 de Enero (con alguna pausa para ensayar y fracasar en la construcción de dos o tres relaciones de pareja u “hogares” fuera de la parroquia) entre el 6 de agosto de 1981 y el 22 de diciembre de 2009 (este acontecimiento marcó mi mudanza de casa de mi hermano, con rumbo desconocido). Fueron 28 años y unos pocos meses de un proceso personal de urbanización o caraqueñización. Más de la mitad de la vida se me fue en eso. No me arrepiento porque a fin de cuentas uno es lo que vive y mire que yo me he gozado lo vivido, y eso incluye los coñazos y dolores. Pero hace unos años comenzó otro proceso: la revisión del por qué forzarme a ser animal urbano cuando el cuerpo y la conciencia lo que me pedían era el regreso a la tierra. Y en el 2010, los primeros ensayos de ejercicio de mi nomadismo fuera de Caracas.

El caso es que en mi última etapa de vida en el Veintitrés comencé a formular unas cuantas reflexiones y observaciones sobre cierto movimiento telúrico muy perceptible en la historia y en el cotidiano de esta ciudad: la división cultural y política, en la conciencia colectiva de los caraqueños, en Este y Oeste. Mucho idiota o flojo o inhabilitado para leer creyó interpretar en esa propuesta que todo el que vive en el oeste geográfico es comunista y chavista y revolucionario, y todo el que vive en el este es oligarca y escuálido. Hubo un tiempo en que intenté explicar la formulación con toda la sencillez posible, simplificarla hasta donde pude sin que se me convirtiera en un folleto para vender ropa o videojuegos, hasta que me di cuenta de que en un país cegado por la sombra de Chávez (a quien unos consideran un dios suprahumano o coloso incapaz de equivocarse, y otros un estúpido campesino aspirante a tirano) es inútil plantear nada que no sean vivas o mueras al presidente de Venezuela, bajo riesgo de parecer loco o sospechoso. No es que haya gente que entiende o no entiende el planteamiento, no: es que nadie o poca gente va a tratar de comprenderlo si el título no indica claramente que pertenezco al Psuv o a Primero Justicia. Coman mierda entonces. Yo no pertenezco a nada ni a nadie.

Pero más allá del tema de los cándidos, distraídos o imbéciles interlocutores está lo que mencionaba antes sobre mi perspectiva trastocada: aunque El Discurso del Oeste sigue y seguirá siendo una de las reflexiones e investigaciones que más pasión y esfuerzo militante me genera, ya no tiene sentido que yo hable desde un lugar denominado así. Porque aunque, ahora más que nunca, creo en el ser humano de las urbes que lucha desde la pobreza (el ser humano del Oeste cultural) ya no es ese el ámbito de mis esfuerzos y luchas personales y políticas. Decía que mi nomadismo me ha llevado a la otra Venezuela (al Monte y Culebra), a enamorarme de una montaña, unos ríos y unos seres formidables en su anonimato, y ahora quiero y debo escribir desde allí. Ya no desde el caraqueño que me empeñé en ser, sino desde el tránsito hacia otras geografías y otros puntos de vista. Ya mi discurso personal no tiene su asiento geográfico ni vital en el Veintitrés de Enero ni en Caracas; mi verbo, mi afecto y mi condición de hombre en tránsito relampaguean ahora por carreteras y campos, por poblados y despoblados.

En este transitar me tropiezo nuevamente con Caracas, cómo no, esta ciudad es parte del camino. Y no es paradójico porque mientras liquido unos compromisos en el Instituto de Desarrollo Rural tendré que continuar el rodar y el recorrer. El Discurso del Oeste pasa a ser entonces una escala más en el país al que me empuja una Tracción de Sangre que todavía tiene mucho que empujar a este cuerpo.

¿Cómo se remata esta especie de artículo? ¿Acaso con un ensayo de credo o creo? Va:

Creo en el ser humano que lucha desde la pobreza y contra la opresión
en el país que abandonamos para tratar de convertirnos en urbanos y cosmopolitas

Creo en el trabajo de construcción de la otra sociedad aunque tengamos todavía que destruir lo existente

Así que creo en los poderes destructores del pueblo

y en quienes, mientras tanto, sueñan un futuro

5 comentarios:

José Leonardo Guaglianone dijo...

entendido perro... todo el ashé del mundo pa esos caminos.. y como dice un rap lacra por ahí: "mis respetos al que huyó como cimarrón para aquella montaña"

José Leonardo Guaglianone dijo...

http://soundcloud.com/shamandelarea/material

Ninfa Monasterios dijo...

Bravo por esa decisión. Se siente más cónsona con lo que dices. Es en esos espacios, donde la vida cobra sentido en los detalles más insospechados y la lucha de todos los días se hace mientras se sueña.

Un abrazo. No nos dejes huerfan@s de tus letras. Es bueno leerte y escapar de esa sombra inefable que mencionas...

Anónimo dijo...

Camarada así es ; a algunos nos esta pasando eso que apenas describes pero que dice mucho de esa realidad que mella sueños. Hay que seguir hasta el final , el final que sea y nos toque.

Anónimo dijo...

Porque soy de ese "monte y culebra" atrapada en la gran urbe, entiendo tu decisión porque esa es la verdadera Venezuela y espero regresar a mis querencias... Esperamos tus escritos, que aunque no comulgamos con todo, admiramos tu claridad para expresar la realidad!